En Francia se ha conseguido frenar a la ultraderecha. Ha ganado el no pasarán y la gente se ha vuelto como loca. Aquí también, a pesar de que, pasadas unas horas, la euforia ha bajado y se impone el considerar las dificultades para formar Gobierno. Se hacen comparaciones con España, pero las situaciones no son comparables aunque Iván Redondo se empeñe en que las coaliciones son las mismas. No es verdad: los cócteles no provocan el mismo efecto si el porcentaje de alcohol es superior al de zumos ligth, o al revés.
No es igual un Gobierno socialdemócrata apoyado por un populismo de ultraizquierda que un populismo de ultraizquierda, con minoría socialdemócrata, apoyado por un centro liberal. No tiene nada que ver y sus efectos serían diametralmente opuestos. Así que menos cánticos y más realidad. Yo no digo que no nos debamos alegrar por haber empatado el partido, pero es que queda la prórroga y quizá los penaltis. Francia no es una balsa de aceite y ni Mélenchon ni el macronismo han sido capaces de pacificar un escenario ya de por sí bastante sacado de quicio. Nos va a seguir tocando pasar por tiempos duros.
No está el horno para bollos. Creo que se puede armar un Gobierno de concentración hasta las próximas elecciones presidenciales, dentro de dos años, pero las espadas seguirán en alto. No habrá tiempo de rectificar las políticas que han llevado al desentendimiento y al desorden. Además, la propia entidad de los insumisos les obliga a exigir la implantación de un programa de máximos; si no, de qué han servido las movilizaciones. Y si no entran en el acuerdo éstas continuarán hasta hacer el ambiente insoportable, mientras, por el otro lado, la ultraderecha intentará seguir ampliando su presencia, y vuelta a empezar, como en el cuento de la vieja majadera. Menos mal que Francia tiene la suficiente experiencia histórica para haber pasado por trances parecidos y todos fueron superados.
Francia es un país grande, culto y responsable y esos aspectos no van a desmerecer en el comportamiento de sus ciudadanos. Hay quien dice que Europa respirará tranquila a partir de ahora. En cierto sentido sí, pero habrá que ver la fuerza que tienen los grupos no alineados con los tres pilares que apoyan a von der Layen: socialdemócratas, populares y liberales. No basta con quitarse de encima a los ultraderechistas. No veo yo un panorama coherente con el primer ministro, de un país tan influyente en la Unión como Francia, militante de un partido que ejerce el populismo de extrema izquierda.
Ahora me dirán que no importa, que es lo mismo que pasa en España y que España y Francia salvarán a Europa. No es verdad, por eso algunos periódicos que ayer cantaban eufóricos los himnos de la libertad han bajado al ruedo reconociendo que las cosas no son tan fáciles como parecen. Algunos lo expresan diciendo que vienen curvas y otros reducen el nivel de alegría del primer momento, poniendo pie en el suelo de la sensatez.
¿Le hemos ganado a la ultraderecha? sí, pero esto solo no resuelve el problema