Por lo visto, los españoles con poder político han decidido regresar a tiempos pretéritos, cuando trataban a Canarias como una auténtica colonia. Desearía equivocarme, pero a muchos isleños no nos está gustando el andar de la perrita. Por encima de los cuatro o cinco grandes asuntos estratégicos que marcarán el rumbo de nuestros descendientes, el de la inmigración irregular llegada de África ha tomado la delantera.
Aceptamos el papel que nos corresponde como territorio limítrofe con uno de los espacios menos desarrollados del planeta. Nadie puede cuestionar nuestra solidaridad y compromiso con las personas llegadas desde esa zona, a las que damos acogida. Especialmente a los menores no acompañados.
Ahora bien, en el Diccionario de la Lengua Española no encontramos el descalificativo adecuado para definir el posicionamiento de la mayoría de los partidos estatales y territoriales, igual que de los gobiernos de España y de las autonomías, acerca de la irrupción descontrolada en las Islas de miles de personas, muchas de ellas menores de edad, y la acogida y atención dispensada.
Bastaría con confirmar una décima parte de las cifras manejadas por los medios de comunicación, acerca de la llegada de migrantes prevista en los próximos meses, para situarnos ante una tragedia humana. Una bomba de relojería para el futuro desarrollo social y económico de las Islas.
La erupción del volcán de La Palma, en septiembre de 2021, donde afortunadamente nadie perdió la vida, movió a Pedro Sánchez a visitar la isla
en una docena de ocasiones, igual que sus ministros y altos cargos, que lo hicieron alrededor de un centenar de veces más.
En el caso que nos ocupa, ni Sánchez ni sus ministros con responsabilidades en migraciones y seguridad aparecen por aquí. Permanecen impasibles, a pesar de los miles de muertos en el mar, en el intento de arribar a las costas isleñas. O de los millares de migrantes que deambulan por nuestras carreteras.
O de los 6.000 menores no acompañados que aproximadamente se hacinan en 80 centros distribuidos por el Archipiélago. O de la necesidad de montar carpas en espacios públicos para cubrir, al menos, la primera atención a quienes siguen llegando.
Cerrada a cal y canto la ruta mediterránea, unida a la total desatención por parte del Gobierno de España de la llamada ruta canaria, las mafias que trafican con las personas campan a sus anchas. Esto es un desastre total. Sin filtros en origen. Sin filtros en las costas de salida. Sin filtros en la mediana, sólo nos queda ver cómo se agudiza el problema cada día que pasa, por la falta de recursos de todo de todo tipo con los que atender a quienes se juegan la vida en el mar, en su intento de alcanzar un futuro mejor.
El Gobierno de España no actúa. Nos tiene abandonados. Los partidos del pacto progresista que sostiene al Gobierno de Sánchez coinciden a la hora de no impedir la llegada de migrantes por vía marítima y tampoco asumen la cuota que les correspondería, de manera proporcional, para acoger a los menores no acompañados. Los vascos no los quieren, igual que los catalanes. Es decir, los más ricos tampoco tienen gestos de solidaridad con Canarias.
Increíble también la posición del Partido Popular. Está anteponiendo el tacticismo político, en su confrontación con Pedro Sánchez, a la fijación de una posición firme e indubitable ante un asunto de Estado que acorrala a Canarias, su territorio más frágil, debido a nuestra situación geográfica.
Ante esta situación, no queda otra que las instituciones de nuestra tierra asuman sin complejos el liderazgo que les corresponde y exijan al Gobierno español un paso al frente, en relación con la política migratoria en el Archipiélago.
Si no lo hicieran las instituciones, terminará por hacerlo la sociedad canaria.