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De vacaciones por España

Por Julio Fajardo Sánchez
miércoles 03 de julio de 2024, 12:26h

A nadie se le escapa que la ley de Amnistía es el precio de una investidura y el que diga lo contrario miente, a sabiendas de que miente, algo así como la prevaricación en el embuste. Igualmente, la interpretación del Tribunal Supremo sobre su aplicación a los delitos de malversación también dificulta otra investidura y, por tanto, complica los efectos de la primera. Sin embargo, aquí se trata de demostrar que sus señorías son tontas y Gonzalo Boye el listo. Acatar las resoluciones de los tribunales es solo una declaración de boquillas. Solo se admiten aquellas que convengan, las otras son un atentado a la integridad del Estado. Ya lo adelanta hoy El País cuando dice que el Supremo ha dinamitado el acuerdo para garantizar la independencia del poder judicial. Seguimos con el argumento de la pacificación mientras la otra parte exige más y asegura que lo volverán a hacer. A este país no hay quien lo entienda, o está tan claro que todos sabemos lo que pasa, a pesar de que le pongan los consabidos parches Sor Virginia del buen rollo.

Dejemos esto. Mañana juega la Roja y hay muchas esperanzas de que gane. Alemania es un hueso y siempre puede tener escondido un as bajo la manga. Todos nos alegraremos de que consiga el triunfo, incluso aquellos que se quieren ir. El fútbol une lo que separa la política. ¿Y si gana Francia? No importa, Mbapé ya es de los nuestros aunque a muchos no les guste por animar a votar a Macron. En el último partido jugó con una mascarilla y esto le hace ser sospechoso. En TVE sigue retransmitiendo algunos partidos un locutor histérico que debe haber hecho un pacto con un fabricante de benzodiacepinas. La histeria es contagiosa, te saca de los nervios y anula tu capacidad de análisis sereno distrayéndote con grititos calculados como si estuvieras ante un mitin donde el líder trata de enervar a sus militantes. No sé por qué hacen esto. A Biden, como ya no le quedan fuerzas para levantar la voz, lo arregla todo con una carrerita y a veces está a punto de venirse al suelo.

En fin, son cosas que ocurren en nuestro país. Lo de fuera no es imitable. Por ejemplo, en Francia la ultraizquierda ha retirado a 128 candidatos para frenar a Le Pen. Eso está bien pensado. Lo que no queda claro es cómo se va a constituir la Asamblea conociendo esta renuncia y sin tener en cuenta el resultado de la primera vuelta. En Europa, después de la turné triunfal de Zelenski, se oyen voces diciendo que Ucrania no tiene nada que hacer en esta guerra y que debería empezar a pensar en sentarse para negociar la paz. Lo dice La Vanguardia, que es el último reducto que me queda ¿? para informarme con cierta neutralidad.

La gente empezó a emigrar de vacaciones el pasado fin de semana y, según tráfico, se ha batido el récord de accidentes en carretera. Esto podría, bien aprovechado, ser un síntoma de que las cosas van bien. No lo sé. Puigdemont se ríe desde Bruselas y Sánchez dice en la SER que no hay nada de nada, que todo está tranquilo y va a acabar con los bulos dentro de unos días. Yo no hago caso de bulos, procuro distinguir entre los que son y los que no lo son, y soy consciente de que el mayor bulo es crear la sensación de que todo aquello que no conviene lo es. Estamos en julio y las playas se llenan de sílfides que han tomado el ozempic dejando a los pobres diabéticos a media muela. Siempre pasa lo mismo. La tontería supera a cualquier previsión, y la solidaridad brilla por su ausencia, aquella que veía en las láminas de Historia Sagrada del colegio, cuando los cuerpos desnudos trepaban por las rocas, a base de patadas y codazos, para salvarse del diluvio.

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