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No es conformismo, es la realidad

Por Julio Fajardo Sánchez
domingo 30 de junio de 2024, 12:39h

Biden y Trump son la escenificación de una decadencia. Llama la atención que en un país donde están las mejores universidades del mundo estas no se manifiesten por lo que está ocurriendo. Nadie da un duro por ellos y las próximas generaciones los estudiarán como si fueran los últimos signos de un sistema que se derrumba porque viene otro a sustituirlo. Lo hará sin revoluciones traumáticas, porque a una democracia no hay que demolerla con sangre, se vendrá abajo lentamente, como hacen las cosas que se sustituyen de modo natural.

Hace tiempo que viene ocurriendo, pero, como el asesino silencioso, no da muestras de su presencia. Sus programadores son el conocimiento, los avances tecnológicos y la evolución de las ideas. Dentro de unos años lo viejo no estará ni en el recuerdo. Ni siquiera en las batallitas de los abuelos que, como el de Antonio Muñoz Molina, le hablaba de la Guerra Civil. Biden y Trump son las últimas bocanadas de aire de un animal que se queda sin resuello. Todo será distinto después de ellos. Los investigadores de las universidades lo saben porque conocen los vericuetos de la nueva sociología ayudada por la inteligencia artificial. A quién se le puede ocurrir que los destinos del mundo dependan de dos personas que presumen de resistir en la bicicleta estática porque de la otra se caen a la primera pedalada.

Este es el símbolo de la decadencia, pero yo no lo llamaría así sino sustitución incruenta. Qué mejor imagen para el ocaso del sistema que dos ancianos peleando por ver cuál de los dos resiste más. Me recuerdan a don Hilarión y a don Sebastián, de La Verbena de la Paloma, que decían que las ciencias adelantaban una barbaridad, pero no se enteraban de nada. El mundo era de Julián y Susana, que mas tarde irían en vaqueros y en minifalda. Nada de lo que ocurre ahora será igual a lo que venga dentro de veinte años, a pesar de que el tango diga que no son nada y el bolero reconozca, con más realismo, que no se puede volver atrás. El destino ha elegido a dos mayores para simbolizar la obsolescencia de un sistema que se agota. A partir de ahora será otra cosa.

El mundo sufre un desfase en cuanto al mantenimiento de las antiguas prácticas políticas en convivencia con las nuevas que se generan en las mentes evolucionadas de las sociedades modernas. Siempre ha ocurrido así. Hoy dice un articulista en El País que Biden es un buen hombre y un buen presidente, y precisamente por eso debe abandonar la Casa Blanca. Es un poco contradictoria, pero no está mal esa conclusión. Está especialmente pensada para no hacer daño. Como esa palmadita en el hombro para echar de casa a la visita molesta. El tema no va de Biden ni de Trump, va de un sistema que hay que oxigenar porque se nos muere entre las manos. Lo saben los investigadores de las universidades, lo saben los intelectuales, lo saben los escritores como los testigos mas directos y sinceros del mundo que vivimos.

Es un cambio lento que va madurando poco a poco, tomado a sorbos, para no atragantarse, pero constituye una demanda inevitable para poder adaptarnos a las nuevas exigencias de la vida. Así como vamos no funciona bien. Ahora habrá que decirle adiós a Biden, dentro de poco también a Trump. Al mundo nada le importa, gira, gira. Se anuncia el nacimiento de una nueva era. Es igual, durará lo que tenga que durar, hasta que venga otra que arrase con ella. Así ha ocurrido siempre y así seguirá ocurriendo. No será un acontecimiento extraordinario. Será lo normal, como siempre ha sido.

No es conformismo, es la realidad.

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