De todo lo que está pasando en el mundo, la culpa es de Dios. Así lo determinó el juicio a Dios, que los bolcheviques montaron en 1918. Esta tesis se ha tratado en varias novelas, algún ensayo y una película que fue muy aplaudida: el Juicio a Dios de Andy de Emmony. Dios es uno y trino, y por eso, tres dioses son el mismo: el de los judíos, los musulmanes y los cristianos. El de los judíos; Jehová, les dijo que la tierra prometida de la actual Israel era suya. Por eso, se consideran con todo el derecho del mundo para ocupar la tierra, aunque según el derecho internacional, pertenezca a otros pueblos. El Dios de los musulmanes, que es el mismo: Alá, les dijo que tenían todo el derecho del mundo a matar, asesinar, violar y quedarse con los bienes de los no creyentes.
Y el Dios de los cristianos, el padre de Jesucristo: Yahvé, les dijo que él quería acabar con todos los pueblos que no eran cristianos: Dios lo quiere. Así, que tenemos a casi todo el mundo que se cree lo que, los que mandan, les han hecho creer, para mantenerse ellos en el poder. El mismo Dios, el mismo credo y la misma crueldad. Ese Dios es el culpable de todo. Y si creemos en la Biblia, ya se dio cuenta de lo mal que había creado a los hombres. Incluso intentó arreglar el problema destruyendo la civilización: El Diluvio Universal, la Peste, el Hambre, el Exilio, las enfermedades, Sodoma y Gomorra… Si Abraham levantase la cabeza, volvería a romper las Tablas de la Ley y se quedaría en el desierto, hasta su muerte.
Pero mis artículos lo que pretenden es que reflexionen sobre la verdad y mentira de los que nos rodea. La mentira es que Dios, si existe, haya dicho lo que el poder dice que ha dicho. La verdad es que el hombre quiere lo que no tiene y matará para conseguirlo. Por eso es tan importante la formación ética de los jóvenes, que son captados por las sectas religiosas y políticas para que sean la carne de cañón de sus guerras.
Y de la guerra en Gaza, piensen cómo es posible que el mejor servicio secreto del mundo, el israelí, no supiese lo que le venía encima. Cómo su aliado, USA, no sabía lo que se estaba preparando. Cómo es posible que los analistas internacionales que estudian Oriente Medio y sus problemas, no se enterasen del movimiento de tantos misiles. No escuchasen las conversaciones y órdenes internas de Hamas preparando el ataque, y como Hezbolá, no sabía que sus amigos iban a lanzar un ataque contra el pueblo de Israel. No me lo creo.
Todos lo sabían y a todos les convenía callar. Israel está pasando por una situación de crisis interna, provocada por la extrema derecha (y está sí que lo es), y le ha venido de perlas el ataque.
Primero, porque Netanyahu, ha salvado la cara; ha conseguido que la oposición se ponga en sus manos y ahora tiene la escusa que buscaba para volver a masacrar al pueblo no violento de Palestina, derrumbar sus casas y quedase con los solares para fomentar la ocupación de sus tierras. Manda Huevos. Pero no confundamos la política internacional, con el terrorismo de células religiosas, con el terrorismo de Estado. Todo terrorismo debe ser combatido con las leyes. Incluso, con la violencia.
El poder del pueblo judío es tal, que ninguno de los grandes del mundo se atreverá a criticarlo. El poder de los reinos saudíes es tal, que nadie los acusará de financiar a los terroristas. Y en medio, el pueblo. El que siempre paga las consecuencias de la guerra. Por cierto, a los que nos gusta la historia militar, no nos ha sorprendido ni el ataque de Hamas, ni la respuesta de Israel. Todo es de manual. Por ello, aprovechará la anuencia internacional para castigar con dureza a los terroristas y al pueblo rehén de Palestina. Lo que quería Israel es que los palestinos se fuesen hacia el sur. Pero no había previsto que Gezbolá, aprovechase la crisis para reforzar su liderazgo entre los árabes. Como conclusión final me remito a los versos de Machado y también digo: que no puedo cantar ni quiero a ese Jesús del madero (mi Dios), sino al que anduvo en la mar. No al del sufrimiento, sino al de la esperanza, la paz y la vida.