El ministerio dirigido por Manuel Fraga ideó una campaña turística en los años sesenta, en plena Dictadura, que sacaba ventaja de la fama española de país aislado y ajeno a los avances del corazón de Europa. España no era peor, era diferente. Cuando la mayoría de los países de Europa seguían considerando a España un lugar remoto y aislado de sus vecinos –algunos decían que «África empezaba en los Pirineos»–, el ministro Manuel Fraga promovió en 1960 un lema enfocado a los turistas, que sacaba ventaja de esa mala fama española: «Spain is different!». Ni mejor ni peor.
La campaña fue todo un éxito y ayudó a impulsar el boom turístico en nuestro país, con el que empezó la llegada masiva de visitantes extranjeros y el desarrollo de una industria sin la que hoy resultaría imposible imaginar este país diferente en el que vivimos y hasta convivimos, aunque muchas veces no lo parezca. Con los años, la expresión «España es diferente» sigue vigente, pero se utiliza para calificar situaciones estrambóticas, inexplicables o inesperadas que, supuestamente, solo podrían darse en suelo patrio.
Bajo esta etiqueta podría calificarse perfectamente lo ocurrido en los dos últimos meses en nuestro país desde el punto de vista político, con dos convocatorias electorales cuyos resultados han certificado que los españoles somos imprevisibles y que no necesitamos ningún agente externo ni amenaza global para complicarnos nosotros mismos el futuro y meternos en un callejón de difícil salida.
El 28M, los ciudadanos estaban convocados a las urnas para elegir a sus representantes locales, a aquellos que deben cuidarse de las cosas domésticas, de sus comunidades y municipios. Sin embargo, la mayoría votó en clave nacional, priorizando las siglas de los partidos sobre las personas que se presentaban, porque de lo que se trataba era de emitir un voto de rechazo y desacuerdo a Pedro Sánchez, que no se presentaba a las elecciones. Por lo tanto, él no perdió. Perdieron los representantes del PSOE en las diferentes CCAA, provincias y municipios de España, que fueron desalojados de las instituciones, y que tienen todo el derecho a considerarse escudos humanos de la estrategia de su líder.
El 23J estábamos llamados a votar en clave nacional, para elegir al presidente del Gobierno y la configuración de las Cortes Generales. Algunos hablaron incluso de una segunda vuelta del 28M, que vendría a refrendar los resultados de los comicios autonómicos y locales. En buena lógica, cabía pensar que el castigo a Pedro Sánchez sería mayor ahora que sí se presentaba él. Pues bien, quince días después de esa segunda cita electoral, Sánchez disfruta en Marrakech de sus vacaciones y saborea su más que segura continuidad en La Moncloa, mientras en el PP siguen sin encontrarle una explicación a lo ocurrido. España es diferente porque en apenas dos meses ha pasado de castigar a Sánchez, posiblemente el presidente más mentiroso y narcisista de cuantos hemos tenido, a rehabilitarlo.
España es diferente porque la gobernabilidad del país está en manos del trío Otegui-Junqueras-Puigdemont, tres personajes cuyo único interés es disgregar el país y sacar tajada. España es diferente porque el votante parece temerle más a una formación constitucional como VOX que a partidos cuyo único fin es dinamitar la Constitución para avanzar la independencia de sus territorios y seguir sin pedir perdón por los asesinatos de ETA. España es diferente porque resulta imposible imaginar un acuerdo de Estado entre los dos partidos mayoritarios, que aglutinan más del 70% de los votos, para evitar que las minorías locales impongan el paso al resto. España es diferente porque a la gente parece preocuparle más la ideología de género que llegar a final de mes, la educación de sus hijos o poder acceder a una vivienda digna.
Los españoles han votado y las urnas han hablado. Que nadie se lamente si en los próximos años vemos el final de la España que todos hemos conocido. Entonces, sí será una España diferente.