Acabamos de entrar en el mes electoral, pero los políticos hace ya algún tiempo que están en campaña, si es que hay un momento en que no lo estén y, aunque ésta aun no ha empezado formalmente, en las últimas semanas han empezado con las promesas desmesuradas, esas que sabemos que nunca se cumplirán.
Resulta decepcionante, muy decepcionante, que nuestros políticos, gobernantes y opositores, se dediquen, campaña electoral tras campaña electoral, a realizar promesas y ofertas de todo tipo, algunas aparentemente mesuradas, las más disparatadas, que ellos mismos saben que no llevaran a término, bien porque tendrían un coste excesivo, inasumible para las arcas públicas, bien porque dependen de factores externos o terceras partes sobre los que no se tiene control, o simplemente porque son pura demagogia electoral, lanzada con todo el cinismo de quien no tiene la más mínima intención de cumplir con lo prometido.
Los que tenemos cierta edad recordamos aquella promesa del nefando tándem psoero Felipe González/Alfonso Guerra de crear ochocientos mil puestos de trabajo durante la legislatura. Ganaron las elecciones con mayoría absoluta pero, por supuesto, no se crearon esos empleos ni por asomo, a pesar de lo cual, en la siguiente campaña, el sicofante Guerra volvió a prometer, no ochocientos mil, sino más de un millón. Volvieron a ganar por mayoría absoluta.
Volviendo al presente, en las últimas semanas el presidente del gobierno ha venido haciendo una serie de declaraciones, en las que de manera consecutiva y acumulativa ha ido anunciando decenas y decenas de miles de viviendas, hasta unas ciento ochenta mil, a precios de compra o de alquiler asequibles. Pero es un anuncio tramposo. En unos casos se trata de edificios o propiedades del Sareb, el denominado "banco malo", que se quedó la mayoría de los activos tóxicos de cajas y bancos, derivados del pinchazo de la burbuja inmobiliaria del 2008. Pero todo lo que estaba "potable" ya ha sido vendido y lo que queda, en su mayoría, son inmuebles inacabados, o muy deteriorados, o se trata de solares en zonas inadecuadas, así que su conversión en viviendas asequibles es dudosa.
También es muy dudoso el éxito del programa de veinte mil viviendas en terrenos del Ministerio de Defensa y otros anunciados por el presidente Sánchez, puesto que, en todos los casos, deberían ser las comunidades autónomas las que tuvieran que hacerse cargo de la construcción/rehabilitación de las viviendas. Se trata de un caso excepcional de caradura, ya que se anuncia un plan en apariencia muy atractivo, con lo se consigue un efecto positivo sobre la opinión pública y si después no se materializa, se echan las culpas a otras administraciones, a las que ni tan siquiera se les ha consultado ni informado. Puros fuegos de artificio preelectorales.
En ocasiones conviene determinar el auténtico culpable del no cumplimiento de determinadas promesas electorales, ya que no siempre es el blanco de las críticas, sobre todo de los medios de comunicación, muchos de ellos proclives a los grandes partidos. Un ejemplo claro es el de la no derogación de la ley "mordaza", que fue compromiso tanto de PSOE como de Unidas Podemos. Existía la mayoría parlamentaria suficiente para derogarla, pero no se pudo por una negativa del partido socialista a una cuestión menor, la prohibición del uso de pelotas de goma por parte de las policías, en la que todos sus socios estaban de acuerdo. En este tema el partido de Sánchez ha demostrado su auténtica cara, no se trata de un partido progresista sino inmovilista, que procura que no se altere, al menos no significativamente, el statu quo, y en este caso en concreto se plegó a las presiones de las fuerzas policiales, con grave perjuicio para los ciudadanos, que seguimos padeciendo la indecente ley mordaza y el peligro de que, quienes se supone que deben protegernos, nos agredan con proyectiles tan peligrosos como las bolas de goma, que ya han provocado la pérdida de un ojo a unas cuantas personas en los últimos años. Así pues, este incumplimiento debe adjudicarse al PSOE y en absoluto a Unidas Podemos.
Y aun más decepcionante, más que la persistencia de los políticos en la tomadura de pelo, es que nos lo dejemos tomar, casi casi nos rapan al cero en cada elección y seguimos tragando y votando. Deberíamos hilar mucho más fino, repasar los programas y propuestas electorales, separar el grano de la paja, ver en que propuestas hay algo de grano y cuales son solo paja, repasar el histórico de dos o tres campañas electorales anteriores, indagar quien cumple, aunque sea mínimamente y quien no lo hace y, a partir de ahí, tomar decisiones reflexivas, sin perjuicio de la orientación ideológica de cada quien.
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