Estos días estoy teniendo que trasladar una parte importante de mis libros que tenía depositados en una dependencia de un familiar, debido a una operación inmobiliaria de compraventa que afecta a dicho espacio y que me está creando un problema no menor, ya que no tengo en casa aún un lugar adecuado y suficiente.
Obligado por las circunstancias estoy haciendo una selección, lo que me supone dedicar una atención individual a cada libro, a fin de decidir su destino final. Como no hay mal que por bien no venga, esta situación me está permitiendo reencontrarme con libros que hace años, incluso décadas, que no pasaban por mis manos y que me resultaron particularmente gratos, útiles, o ambas cosas en su momento.
Uno de estos libros es "Asesinas" de la periodista y escritora italiana Cinzia Tani, publicada originalmente en italiano en el año 2000 y en España en 2003. Se trata de una recopilación de treinta cinco crónicas de asesinatos, únicos o múltiples, cometidos por mujeres, o atribuidos a ellas, que va desde inicios del siglo XVII hasta mediados del XX. La mayoría de casos proceden de Gran Bretaña (10), Italia (8), Francia (6) y Estados Unidos (5), con algunos casos de España (2), Alemania (1), Austria (1), Nueva Zelanda (1) y Hungría (1).
El caso húngaro es el más antiguo y el más estremecedor. Se trata de la historia de la condesa Erszébet Báthory, miembro de una de las familias más poderosas de Hungría y emparentada también con la alta nobleza y con un rey de Polonia, Esteban Báthory, hermano de su madre. Nacida en 1560, con diez u once años fue prometida con un miembro de otra familia de la nobleza húngara, Ferencz Nádasdy, de quince años, se trasladó a vivir a casa de sus futuros suegros y se casó cinco años después.
El marido fue uno de los principales militares húngaros en las continuas guerras de la época: civiles, contra los turcos otomanos, contra los alemanes, en las que destacaba por su genio militar y su ferocidad con los enemigos, sobre todo los turcos, a los que, después de derrotados y cautivos, según crónicas de la época se dedicaba a empalar, ganándose el sobrenombre de el caballero negro de Hungría.
Vivían en el castillo de Csejthe, una pequeña localidad de la Hungría rural, la actual Cachtice en Eslovaquia. Ferencz murió en 1604 y Erszébet enviudó con 44 años y ahí empezó una carrera sangrienta e insaciable de torturas y asesinatos a jóvenes criadas, sirvientas, pero también miembros de la nobleza menor, cuyo número exacto se desconoce. Según Tani serían 616, pero otras fuentes elevan la cifra hasta 650. Aparece en el libro Guinness como la mayor asesina en serie de la historia.
Las crónicas refieren que la condesa disfrutaba con sadismo insaciable con la tortura y asesinato de sus víctimas, así como con el hecho de bañarse con la sangre de las mismas, a fin de mantener la lozanía de su piel blanca y su belleza legendaria. No se sabe con certeza hasta donde llega la verdad y donde empezaría la leyenda. Incluso hay algunos autores actuales que sostienen la teoría de la conspiración, dirigida por el rey Matías II, que tenía una importante deuda financiera con el difunto Ferencz y que desearía deshacerse de ella por la vía rápida, aunque esta teoría choca con el hecho de que la propiedad de la deuda, muerto el conde, pasaba no a su viuda sino a su hijo y heredero, por lo que la desaparición de Erszébet no modificaba la situación de deudor de rey.
Sea como sea, se produjo una investigación en la que salieron a la luz numerosos crímenes y evidencias de los mismos, aunque solo se juzgaron los cometidos contra jóvenes de la nobleza, los de las sirvientas y campesinas se consideraban asuntos privados. Se juzgó a las tres sirvientas que siempre acompañaban a la condesa y participaban en los aquelarres y a un criado enano, que conseguía muchas de las desgraciadas muchachas que acababan en las orgías de sangre, tortura y muerte. A ellas se las condenó por brujas y ardieron en la hoguera, después de haberles cortado las manos, o los dedos según diferentes fuentes, y él y otros cómplices fueron decapitados y quemados sus cuerpos.
Erszébet no fue juzgada, era miembro de una familia de la alta nobleza, sino que fue encerrada de por vida en su habitación, con la puerta y ventanas tapiadas, en completa soledad. Murió al cabo de poco más de tres años, sin haber jamás admitido ni uno solo de los crímenes que se le imputaban, ni solicitado clemencia. Algunas crónicas dicen que fue hallada tirada en el suelo, Tani ofrece una versión quizás no muy verosímil, pero más acorde con el mito: "yacía muerta sobre la cama, vestida de blanco, con hilos de perlas enlazados en el pelo y cubierta de joyas".
A pesar de lo atractiva que parece como material literario, la vida de Erszébet Báthory ha generado muy pocas obras de ficción. En la mayoría de ellas viene asociada con la figura de los vampiros, a pesar de que su sed de sangre no era para nutrirse de ella en una vida nocturna inmortal, sino para alimentar la belleza de su piel y satisfacer sus tendencias sádicas, pero el repaso de su vida en el libro de Tani me hizo recordar un relato extraordinario que había leído en una antología de historias de vampiros, Sanguinarius, publicado por la editorial Valdemar en su colección Gótica y que da título a la misma.
El relato es obra de Ray Russell, periodista, escritor y guionista que fue director ejecutivo de la revista Playboy de 1955 a 1960, donde publicó muchos cuentos de sexo y terror, propios y ajenos. Sanguinarius apareció en dicha revista en 1962. Se trata de un relato pavoroso en forma de carta escrita por la propia Erszébet, en el que va dando cuenta y detalle de sus atrocidades, en un crescendo inquietante y estremecedor, explicando la transformación psicológica que fue paralela al incremento imparable de la sed insaciable de sangre y sufrimiento ajenos y cuyo clímax llega en un final sorprendente, que no desvelaré, que deja al lector estupefacto ante la dimensión de la maldad subyacente.
Russell redacta lo que podría haber sido la confesión de Erszébet, la explicación de sus pulsiones y podríamos decir que, en este caso, la ficción supera a la realidad.