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"OK"

Por Jaume Santacana
miércoles 18 de enero de 2023, 05:00h

En Laponia (la parte finlandesa), un atardecer de una fría primavera, con el paisaje absolutamente nevado.

Un servidor de ustedes y un compañero de mi vida profesional nos encontramos perdidos de la mano de Dios y no conseguimos aplicar los consejos de un antiguo mapa de papel -los móviles y, menos aun, los GPS no los había parido madre.

Buscábamos un aeropuerto; el de Rovaniemi, ciudad donde se cree, dicen, que fue lugar de natalicio de Papá Noël. Vemos un transeúnte y paramos nuestro vehículo. Bajamos del coche para inquirir nuestra necesidad. Se trata de un hombre con las características típicas y tópicas de un lapón como Dios manda: color de piel indefinido; cejas abundantes (supongo que para abrigar la parte superior de los ojos); estatura escasa; cabello como mojado, como acabado de salir de la ducha; ojos algo rasgados, a imagen y semejanza del clásico esquimal del Polo; ligeramente patizambo, es decir, ambas dos piernas entre paréntesis... y, por encima de todo, cargado de una edad vital completamente indescriptible (esto es lo que caracteriza a todos los habitantes de esta etnia). Un lapón cualquiera, o sea, cualquiera de los lapones, esconde su edad en un cuerpo que se adivina entre los veinte y los ochenta años; no existe más precisión.

Preguntado por la situación del citado aeropuerto, nos damos cuenta, inmediatamente, de que no habla ningún otro idioma que el suyo. Intentamos, en inglés, pedirle algún dato al respecto. Nada; nada que hacer. Nos mira impávido, sin que su rostro -algo nevado, también- refleje el más mínimo movimiento facial. Ante nuestro fracaso, reiniciamos nuestra pregunta a base de gestualidades pueriles, tales como, dibujar en el aire el vuelo de un avión, simulando el despegue y el aterrizaje, aleteando nuestras extremidades superiores e inclinando nuestro cuerpo y otras memeces. Nada, cero patatero. Nos damos cuenta, sin embargo, que todos nuestros esfuerzos merecen, continuamente, una expresión oral por parte del lapón. Tras cada una de nuestras preguntas o actitudes, responde con dos letras que .aunque no entienda nada- le sirven a modo de conversación, de diálogo: “OK”.

Y, ahí iba yo: resulta que en un reciente estudio de la Universidad Laica de Brandemburgo, capitaneado por el profesor Shneider Hann, se ha llegado a la tesis que reconoce que la expresión “OK” es considerada la palabra escrita y hablada más utilizada del planeta Tierra. No deja de ser un hecho muy curioso, si se tiene en cuenta, además, que se trata de una expresión más bien reciente y que nadie se pone de acuerdo sobre su origen y que, para más inri, significa muchas cosas y, a la vez, ninguna concreta: puede significar acuerdo, aprobación, aceptación, asentimiento... aunque tambi´ñen puede querer expresar indiferencia, neutralidad o, incluso, estar más cerca del si que del no. ¡Toma castaña!

De hecho, la expresión gráfica de estas dos letras viene a ser la mano con el puño cerrado con la excepción del dedo pulgar que se extiende hacia arriba, cosa que ya representaba para los romanos el signo del emperador para decidir que mataran al cristiano de turno O su contrario, con el dedo hacia abajo; el indulto.

De todos modos, se atribuye su etimología más plausible a partir de las palabras “all correct” (pronunciado oll korrect). El catedrático Hann sostiene que “OK” es muy versátil y se puede usar como substantivo, verbo, adjetivo, conjunción o, si cabe, interjección.

En cualquier caso, no me negarán ustedes que todo este estudio es bastante curioso. Hoy en día, con el lenguaje que se aplica en informática y, especialmente, en la telefonía móvil y sus redes sociales, la utilización del “OK” de turno ha llegado a su máxima expresión, a su zenit estelar. Ante todo, la simplificación y, luego, la globalización... y, más allá, la pérdida de las identitades particulares y la riqueza del léxico y de la comunicación en general.

Que Dios nos ampare: ¿OK?

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