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Catar, el mundial de la vergüenza

viernes 18 de noviembre de 2022, 08:00h

Desde que en 2010 la FIFA adjudicó a Catar la organización del Mundial que se inicia este domingo, la comunidad internacional puso el foco en la flagilidad de los derechos humanos en un país que sigue castigando la libertad de expresión y que, en su Código Penal, permite imponer castigos como la flagelación y la lapidación como sanciones penales.

Un Mundial siempre es un Mundial. Hablamos del mayor acontecimiento deportivo del planeta, solo equiparable a los Juegos Olímpicos, y en cuanto eche a rodar el balón, la pasión por los colores nacionales y las acciones de los mejores jugadores del mundo sobre el verde acapararán la atención de los aficionados. El foco de los medios se centrará en el aspecto deportivo y, por unos días, nadie hablará de la situación política y social del país anfitrión, entre otras razones, porque la FIFA y las autoridades cataríes estarán atentas para neutralizarlo. De hecho, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, envió hace unos días una carta a los 32 países participantes pidiéndoles que se centren en el torneo y que “no permitan que el fútbol se vea arrastrado a todas las batallas ideológicas o políticas que existen”. Política preventiva.

Otra cosa es que lo consigan. De entrada, una decena de selecciones ya han manifestado su intención de portar brazaletes en defensa de los derechos del colectivo LGTB en Catar, donde las relaciones homosexuales siguen tipificadas como un delito condenable con hasta siete años de prisión. Es el caso de Alemania, Bélgica, Dinamarca, Inglaterra, Holanda, Noruega, Portugal, Suecia, Suiza o Gales. España, de momento, no aparece entre los países respondones al máximo organismo futbolístico, quizás porque el presidente de la Federación, famoso por sus escándalos y sus negocios con Piqué, sabe que la única manera de perpetuarse es llevarse bien con los que mandan en el lodazal multimillonario que rodea el fútbol.

Lo que pasará estos días está por verse. Lo ocurrido hasta ahora lo han denunciado numerosas organizaciones, como Amnistía Internacional, que ha hablado de “explotación” a los trabajadores procedentes de otros países asiáticos como Bangladesh, India y Nepal, principalmente, que han trabajado en la construcción de los estadios que albergarán los partidos del Mundial. No pueden cambiar de trabajo, no pueden salir del país y muchos tendrán que esperar meses para cobrar sus salarios. Mientras, la FIFA, sus patrocinadores y las empresas de construcción implicadas se preparan para obtener ingentes beneficios económicos de la celebración del torneo.

Como consecuencia de estas prácticas y condiciones laborales, y según datos publicados por The Guardian, basados en los proporcionados por los propios países de origen de los trabajadores, al menos 6.500 personas habrían fallecido en la construcción de los estadios de fútbol y otras infraestructuras para el Mundial.

Uno de los derechos más vulnerados en Catar es el de la libertad de expresión. En este caso, se trata de una legislación abusiva que tiene como objetivo silenciar a las voces más críticas con el régimen. Por ejemplo, se ha aprobado una ley en la que, si se considera que una información es contraria al Gobierno, el castigo puede ser de cinco años de cárcel y una multa de hasta 25.000 dólares.

Las leyes cataríes también siguen castigando a las mujeres, que siguen estando discriminadas en la ley y en la práctica, ya que sufren un sistema de tutela masculina; les dificultan el divorcio y, si lo hacen, es complicado que tengan la custodia de los hijos; y las menores de 25 años necesitan permiso de sus tutores para viajar al extranjero, firmar un contrato o salir de casa.

El domingo sonará el pitido inicial de un Mundial que nunca se debería haber celebrado en un país como Catar y que también supone una aberración en el calendario, por celebrarse en mitad de la temporada, ya que en verano hubiera resultado imposible jugar en el país catarí debido a las temperaturas extremas que se alcanzan. Pero quién sabe. Igual a la FIFA le gusta el invento, llega otro país instalado en los petrodólares y dentro de unos años volvemos a tener otro Mundial en vísperas de Navidad y en un país de dudosos principios democráticos. Será por derechos…televisivos.

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