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La intermitencia perdida...

Por Jaume Santacana
miércoles 16 de noviembre de 2022, 07:00h

Recién llegado de un largo viaje por Malasia -concretamente han sido 11 meses en Kuala Lumpur, por negocios (he conseguido vender un nuevo formato de sacacorchos que funciona con energía solar y que tiene, como decoración, unas lucecitas de colores, estilo discoteca, la mar de cuquis), -me encuentro con una sorpresa muy sorpresiva, si se me permite esta contundente y frívola redundancia.

Observo, con incredulidad, que los coches, en éste mi país de nacimiento, ya no utilizan los intermitentes, artilugio creado con el fin de indicar la futura dirección del vehículo así como los cambios de carril a realizar; ¿los recuerdan? Eran como unas bombillas pequeñas que, parapetadas tras un plástico de colores (rojo, amarillo o naranja), brillaban de manera intermitente (ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora etc,), activando una pequeña palanca que estaba situada al lado del volante. Tirando la palanca hacia abajo, se encendían las luces de la derecha (en el frontal del vehículo, mirandolo de frente desde fuera; por otro lado, girando la manecilla hacia la derecha, el festival lumínico intermitente se trasladaba a las luces de la izquierda visto desde el mismo punto de vista exterior. No sé si me he explicado correctamente.

Pues bien, en el trayecto del aeropuerto al centro de la ciudad, no he logrado ver, ni en una sola ocasión, el citado encendido intermitente –de ahí el origen de la palabra- de estas lucecitas situadas, tal y como vengo en explicar detalladamente, en la parte anterior y posterior de la carrocería; y no es el caso que no se realizaran cambios de dirección...

Pregunto a un amigo a qué se debe este fenómeno y me cuenta, para mi asombro, que durante el lapso de tiempo que he permanecido en el continente asiático -gobernando primero don Mariano Rajoy Brey, con el gobierno del Partido Popular y más tarde don Pedro Sánchez Pérez Castejón, del Partido Socialista Obrero Español -se han sacado de la manga un decreto-ley en el que, no solo se exime a los conductores de la obligación de utilizar los intermitentes, sino que, además, se ha prohibido su exhibición pública.

Ante tamaño dislate –digno del mejor Valle Inclán- no me queda otro remedio que elevar mi más enérgica protesta a quien corresponda; me dicen que la idea partió de la brillante mente de la diputada doña Cayetana Álvarez de Toledo y más tarde del exministro don Pedro Francisco Duque Duque, un par de piezas, ambos dos, dignos representantes de la chanza y el clásico chascarrillo castizo. El señor Duque, fue ministro del PSOE en un brevísimo período de tiempo y, además, era astronauta, ¡que ya es ser, Dios mío!

También me comentan fuentes generalmente bien informadas que, desde la fecha del decreto-ley, los fabricantes de automóviles han dejado de instalar este dispositivo en todos los vehículos recientemente construidos: ni de serie, ni como complemento.

Es una pena, un desastre. Las lucecitas mágicas que brillaban en los coches, no solo lucían su utilidad práctica para indicar, correctamente, los cambios de dirección y, así, ahorrar unas cuantas víctimas de tráfico sino que, para más inri, ofrecían al ciudadano una nota de color muy agradable a la vista, que permitía romper la triste monotonía del asfalto y la lamentable mediocridad de calles, plazas y carreteras.

Ante esta flagrante decisión me invade un sentimiento de tristeza incontestable, inexorable: las lágrimas que derraman mis pupilas bañan mis mejillas y lo hacen, no a chorro, sino pausadamente, intermitentemente, ya saben: ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no...

¿Dónde iremos a parar, señores míos?

En todo caso, allí donde vayamos a parar, ya no tendremos la necesidad de indicarlo antes de la parada final. ¡Que se “jodan” los que vengan detrás!!

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