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Escalada peligrosa

martes 04 de octubre de 2022, 04:00h

En los últimos días estamos asistiendo a una serie de acontecimientos que suponen una peligrosa escalada de la tensión alrededor de la guerra de Ucrania, que podría tener gravísimas consecuencias de incremento e internalización del conflicto.

Ante el avance de las tropas ucranianas en la provincia de Járkiv y también, en menor medida, en Jersón, Vladímir Putin hizo unas declaraciones muy agresivas en las que advertía de que usaría todos los medios a su alcance para defender su territorio, incluyendo su arsenal nuclear y rematando: no es un farol.

Casi simultáneamente, las autoridades prorrusas de las provincias parcialmente ocupadas de Donetsk, Lugansk, Zaporiya y Jersón, anunciaron la celebración inmediata de referéndums para integrarse en Rusia. Estas consultas, contrarias a la legislación internacional, se realizaron sin ninguna garantía ni control, sin censos, sin saber quién tenía derecho a votar, ni quien votaba, con militares rusos llevando las urnas a los domicilios y lugares de trabajo, con banderas rusas en los colegios electorales y sin ningún observador neutral, dieron el resultado esperado de un masivo sí a la anexión y el presidente Putin y la Duma rusa han procedido a validarla.

Esta anexión ilegal supone que para Putin y su camarilla estas provincias ya son territorio ruso y, por tanto, los ataques contra ellas son ataques a Rusia y ello justificaría el uso de todo su arsenal, incluido el nuclear, en su defensa. De hecho, el líder checheno Ramzán Kadirov, conocido por su belicosidad y crueldad, ya ha reclamado a Putin el uso de armas nucleares tácticas ante los reveses militares continuados del ejército ruso en Donetsk y otras zonas del frente.

El presidente Biden, por su parte, advirtió a Putin de que nadie gana una guerra nuclear y de que el uso de armas atómicas por parte del ejército ruso es una línea roja que no debería traspasar. Así mismo advirtió contra cualquier intento de ataque a miembros de la OTAN, ya que defenderían hasta la última pulgada de territorio de los países aliados.

La UE ha impuesto nuevas sanciones al círculo de corresponsables de la política del Kremlin, continúa con su programa acelerado de eliminar su dependencia energética de Rusia y ha impuesto un precio límite al petróleo importado de dicho país.

Por si todo ello no bastara, ha habido dos sabotajes simultáneos a los dos gasoductos Nordstream, que han provocado diversas fugas de gas en el mar Báltico y de los que hay serias sospechas de que Rusia es la responsable. Aunque ambos tubos estaban inoperativos, los daños causados podrían haberlos inutilizado para siempre, lo que constituiría un ataque a infraestructuras vitales de la UE y, por tanto, una provocación en toda regla.

Y el submarino atómico ruso Bélgorod, que puede navegar sumergido hasta 120 días y portar hasta seis torpedos-misiles Poseidón, que pueden viajar hasta diez mil kilómetros bajo el agua y transportar cabezas nucleares de 100 megatones, ha sido movilizado de su base en el Ártico y navega con rumbo desconocido.

Mientras tanto el ejército ucraniano prosigue con éxito su contraofensiva en el este y en el sur, recuperando territorios que ahora para el Kremlin serían “rusos”, lo que podría mover a Putin a cumplir su amenaza.

En conjunto, todo constituye una escalada del conflicto en la que cualquier incidente menor, deliberado o fortuito, cualquier error de cálculo, podría desencadenar una extensión internacional de la guerra y la tentación, por unos u otros, o todos, del uso de armas nucleares tácticas, que supondrían una destrucción sin precedentes y la antesala de un invierno nuclear y el fin de nuestra civilización y quizás nuestra extinción, si uno de los bandos se ve perdedor y decide recurrir a armas nucleares estratégicas.

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