No tengo constancia de que ninguna televisión haya hablado de las movilizaciones de los ganaderos holandeses estos últimos meses. La razón de su protesta, recuerden, es la promulgación de una normativa que les obligaría a cerrar gran parte de sus ganaderías con la excusa del cambio climático y la contaminación de sus instalaciones. Un servidor aquí lo contó.
Estos días ha vuelto a aparecer David Icke, un veterano en el estudio del comportamiento global. Icke es un señor de 70 años que, como la mayoría de críticos con el status quo, están fuera de la edad en la que depender de un salario para opinar (curioso ¿no?) y tiene una gran habilidad para enlazar hechos que otros veríamos como aleatorios.
Afirma que Países Bajos es el segundo país exportador mundial de alimentos (el primero es EEUU) y que el gobierno holandés, en línea con las directrices del Foro Económico Mundial, pretende crear escasez de alimentos a nivel mundial para tener controlada la población.
La ecuación que lo resume todo, según Icke es: Escasez = dependencia = control
Probablemente no hayan oído hablar de él y podrían pensar que ¿quién es ese conspiranoico que habla de control por parte de algunos?
Pongamos en contexto esa afirmación con varias circunstancias que están teniendo lugar en la actualidad y veamos si ese señor va muy desencaminado o no.
Primero, una de las últimas portadas de The Economist (medio oficial de los poderosos) ya anunciaba que la próxima catástrofe sería alimentaria con calaveras en lugar de espigas de trigo.
Segundo, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania ha reducido la producción mundial de cereales y aceite de girasol, alimentos básicos.
Tercero, la elevada concentración en pocas empresas alimentarias de alimentos a nivel mundial. Conglomerados empresariales que, además, poseen los medios de comunicación, farmacéuticas, etc.
Cuarto, la pandemia ha acelerado el empobrecimiento de la clase media y ha empobrecido más aún a la clase baja.
Quinto, la elevada inflación sigue erosionando nuestra economía y, si no hacemos nada, nos hace, cada vez, más pobres.
Sexto, los gobiernos tienden a ceder continuamente competencias a organismos supranacionales como la Unión Europea, ONU o la OMS, concentrando el poder en pocas manos.
Recientemente se ha intentado que la OMS tuviera poder de decisión sobre pandemias. Gracias a algunos países africanos, conocedores de la escasez y dudosas prácticas sanitarias en el pasado, se tiró atrás. No me cabe duda que se volverá a intentar.
Octavo, más centralización se encuentra en el horizonte: un dinero digital que dependa de los bancos centrales y cuya disponibilidad por parte del individuo esté condicionada a no se sabe qué.
Noveno, un planeta sobreendeudado es un lastre para los países y sus habitantes enseñándoles a la devolución de la deuda durante generaciones.
Décimo, continuamente nos recuerdan los mandatarios mundiales que vamos hacia un Gran Reseteo y un Nuevo Orden Mundial, cuyo lema nos recuerda que no poseeremos nada y seremos felices.
Si a esto unimos el avance de la Inteligencia Artificial y la gran cantidad de puestos de trabajo que desaparecerán, el desempleo será otro síntoma de escasez.
Únanle la escasez energética que tenemos y el cóctel está servido.
Si la masa tiene hambre y frío es más fácil de controlar, dice Icke. Entonces es el momento de darles un alimento racionado que podría ser en forma de renta universal, ¿les suena? Se lleva un tiempo hablando de ella.
Habría que ver qué condiciones pedirán a cambio.
Si exigieran contraprestaciones inasumibles quizá tendríamos que decidir qué tipo de rebaño queremos ser: ovejas sumisas o cabras montesas capaces de saltar la valla.
Pero eso también lo han pensado. Ahí fuera está el lobo, en forma de nuevo virus, asteroide, cambio climático o cualquier otra figura.
Todas las formas que puede adoptar el lobo se encuentran en aquella otra portada de The Economist titulada: The next catastrophe.
En nuestras manos está saltar la valla o no.