Sin memoria histórica no hay identidad, ni personal ni colectiva, y los infinitos años transcurridos entre franquismo y postfranquismo han desvirtuado y tergiversado la historia de España para acomodarla a su rancio nacionalismo.
Se ha discutido mucho sobre el tópico que sostiene que los extremos se tocan. Parece que era una de las frases favoritas del líder de la Revolución Rusa y fundador de la Unión Soviética, Vladímir Lenin. Se refería a que las oposiciones más radicales, por el hecho de ser extremas, terminaban coincidiendo en agenda y propuestas. Más de cien años después, podemos verificar la validez de esta frase en nuestro país.
Existe una cita atribuida a Otto von Bismarck, el famoso 'canciller de hierro' que logró la reunificación alemana a finales del siglo XIX, que hace referencia a España y que fue, supuestamente, pronunciada por el que poseriormene fue vicepresidente del Gobierno, desde 1982 hasta 1991, y vicesecretario general del PSOE, entre 1979 y 1997, Alfonso Guerra González, en un discurso que dio en el mítico y trascendental Congreso del PSOE de Suresnes, celebrado el año 1974, que dice así: “La nación más fuerte del mundo es, sin duda, España. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo, volverán a ser la vanguardia del mundo”.
Es en este contexto que han de encuadrarse las reacciones de personajillos de la actual historia española, como el independentista catalán cobardemente huido de la Justicia escondido en el maletero de un coche, el condenado en firme por no tener asegurado a su asistente personal, el cobarde fugado de sus responsabilidades políticas en la Comunidad de Madrid porque su condena a la irrelevancia política a la que estaba abocado no lo aguantaba su ego desbocado, todos ellos en busca de sus quince minutos de gloria periodística, y son los que ahora han cogido el relevo de la leyenda negra española, siguiendo el más indecente reguero de tergiversaciones que ha sufrido la actuación española en el descubrimiento y posterior gestión del mayor imperio existido en el mundo.
Mientras en Colombia el tema principal de la toma de posesión del cargo de presidente de Gustavo Petro era la pretensión de la apropiación de la figura de Simón Bolivar por parte del ex.guerillero elevado a presidente, en España lo más importante para la gente, a la que he hecho referencia, ha sido si Felipe VI se levantó o no al paso de la presunta espada de Bolivar, lo que tampoco hicieron Alberto Fernández, presidente de Argentina, y Rodrigo Chaves, presidente de Costa Rica.
Los tres cumplieron a rajatabla con las normas internacionales de protocolo, que exigen que “hay que ponerse de pie ante los símbolos nacionales del país anfitrión de la actividad”, y la espada no es un símbolo oficial de Colombia. Y tampoco la maestra de ceremonias solicitó a los invitados presentes que se pusieran en pie al paso de la espada.
De nuevo, un acontecimiento nimio, sin la menor importancia y al que en la propia Colombia no lo han nombrado hasta que no se han hecho eco en algunos periódicos digitales de segundo y tercer nivel del mini alboroto acaecido en España de la mano de ciertos impresentables, se saca de contexto y se trata de desprestigiar la propia imagen de España, emulando, con nulo éxito esta vez, anteriores ataques a su soberanía, a su imagen, que a lo largo y ancho de la historia han realizado los enemigos declarados del extinto imperio español ayudados por ciertos españoles.
No olvidemos que Simón Bolívar fue un esclavista genocida, un dictador racista que no se mezclaba con los indígenas, ya que les consideraba inferiores a la raza criolla que él representaba; que traicionó a España y a los españoles; que fue el responsable de la muerte de miles de españoles en la guerra civil que provocó con su traición, que no solo masacró a españoles sino también a muchos indígenas.
Aunque Bolívar se arrepintió de su traición en su lecho de muerte, no por ello podemos olvidar que fue un traidor y un genocida de indios. ¿Capisci?