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Unidad frente a la amenaza

martes 25 de enero de 2022, 06:00h

La situación del asunto de Ucrania no parece haber mejorado, pese a los diversos encuentros diplomáticos a los más altos niveles entre Rusia y Estados Unidos y, en un papel más secundario, la Unión Europea. De hecho, según fuentes británicas y estadounidenses, la invasión rusa podría ser inminente.

Se argumenta al respecto la postura irreductible de Rusia de exigir garantías de que la OTAN no aceptará nunca como miembros a Ucrania y Georgia, los dos países exsoviéticos que han manifestado explícitamente su voluntad de aspirar a pertenecer a la alianza atlántica, así como el hecho del desplazamiento de tropas rusas en Belarús, cerca de la frontera ucraniana, con la excusa de unas maniobras conjuntas, que se sumarían a las ya desplegadas en territorio ruso a todo o largo de la línea fronteriza con Ucrania, incluyendo importantes movimientos de contingentes militares en Crimea.

No hay que olvidar que Rusia ya ha agredido e invadido Ucrania. Lo hizo con la ocupación militar y posterior anexión de Crimea, también con la ayuda económica y militar a los rebeldes del Donbás, sin la que no hubieron podido resistir hasta ahora. Pero también lo ha hecho subiendo el precio del gas, desarrollando gasoductos alternativos, como el Nordstdream 2, para disminuir el porcentaje del gas suministrado a Europa que pasa por territorio ucraniano, lo que implicaría una drástica disminución de los ingresos de Kiev por este concepto. Y también ha utilizado los mecanismos de la guerra híbrida, como el ciberataque de hace unos días contra los sistemas informáticos y páginas web del gobierno ucranio.

La presión y la injerencia de Rusia sobre las antiguas repúblicas soviéticas europeas ha sido constante desde que Putin llegó al poder, en especial sobre aquellas que desde un principio mostraron una voluntad de acercamiento a occidente, a la UE, a la OTAN, como Ucrania, Georgia y Moldavia. La presión ha sido especialmente despiadada con Ucrania, y ahora Putin podría haber decidido que es el momento de una invasión en toda regla, que se podría producir con la excusa de un ataque de falsa bandera, que orquestarían los propios servicios secretos rusos contra ciudadanos del Donbás a los que se les ha concedido la nacionalidad rusa y, por tanto, el Kremlin aduciría que la invasión sería en legítima defensa contra los ataques de los ucranianos teledirigidos por las potencias occidentales.

Henry Kissinger, el que fue secretario de estado y asesor de seguridad nacional con los presidentes Nixon y Ford, y quien negoció con Le Duc Tho los acuerdos que pusieron fin a la participación de Estados Unidos en la guerra de Vietnam, ha expuesto en diversas ocasiones su visión de que ningún mandatario ruso, sea del color político que sea, permitirá el establecimiento de amenazas militares significativas a menos de 500 kilómetros de Moscú.

Esta es la razón principal de Putin para agredir a Ucrania, pero también el hecho de que la rus de Kiev medieval es considerada por una mayoría de rusos como la cuna del estado eslavo, su origen. De hecho el propio presidente ruso ha manifestado en diversas ocasiones que rusos y ucranianos (y bielorrusos) son un solo pueblo.

Putin, además, no está interesado en el desarrollo de sistemas democráticos liberales en sus fronteras, que pongan en evidencia la estructura profundamente autoritaria y las tremendas carencias de respeto a los derechos fundamentales de su régimen.

Sin olvidar que Rusia es un país fracasado, con una renta per cápita muy inferior a la de la UE, Estados Unidos y otros países occidentales, a pesar de tener unos inmensos recursos naturales. La desigualdad es rampante, con la inmensa mayoría de la población viviendo en precariedad y unos recursos públicos dedicados a un gasto militar desaforado en lugar de a mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. A Putin le puede interesar buscarse un enemigo y una guerra exteriores para silenciar el descontento interno.

Los países europeos y la UE en su conjunto deberían entender que solo una postura firme y unitaria que incluya presiones diplomáticas junto a un despliegue militar creíble, puede hacer reconsiderar a Putin la idea de una invasión que, muy probablemente, tiene bastante decidida.

Al fin y al cabo, los que pagaremos las peores consecuencias, si se produce la invasión, seremos los europeos, así que deberíamos actuar con firmeza y, sobre todo, unidos.

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