"Nuestra democracia se autodestruye porque ha abusado del derecho de igualdad y del derecho de libertad, porque ha enseñado al ciudadano a considerar la impertinencia como un derecho, el no respeto a las leyes como libertad, la imprudencia en las palabras como igualdad y la anarquía como felicidad” (Isócrates, año 350 AC).
Estamos en 2022, feliz año, por cierto, y esta frase del retórico y orador Isócrates continúa vigente, él refiriéndose a la antigua Atenas y yo a la actual España; todo ello lo traigo a colación en relación al negacionismo de la vacunación que determinados sujetos por redes sociales promulgan.
Si no fuese una cuestión tan seria, este tema sería de cachondeo, pues el argumento esencial es que no se sabe qué contiene la vacuna contra el covid y que los efectos que nos producirá a largo plazo se desconocen, ya que no se ha testado lo suficiente.
Me gustaría que cualquiera de los negacionistas reconociese (algunos reniegan del palabro, aunque lo son), que desconoce, como la mayoría inmensa de la humanidad, qué contiene la Coca-Cola que se bebe a diario en la cafetería de la esquina; o qué contiene la sacarina que se pone alegremente en el café de después del bocata mañanero. Por no hablar de medicamentos de consumo diario para los males crónicos y que contienen cosas con nombres rarísimos (principios activos) o sustancias que son 'E' seguidas de un número. ¿Quién sabe, de verdad, lo que consume a diario? Creo que nadie a ciencia cierta lo sabe.
Pero, ¿saben?, es chulo negar la vacuna, es un acto de rebeldía y de mal entendida libertad, muy años 60. Isócrates nos decía hace unos miles de años que se confunde el incumplimiento de las leyes con la libertad, y tenía mucha razón.
Es cierto que de acuerdo con el cuerpo jurídico español no existe la posibilidad de que una autoridad nos obligue a vacunarnos, pero también es cierto que la libertad, el derecho a no vacunarse, choca con otros derechos igual de fundamentales del resto de la ciudadanía. No estoy pidiendo que a los no vacunados se les ponga una estrella en el brazo como a los judíos en la Alemania nazi; lo que pido es que no vacunarse, por el riesgo que supone para el resto de sociedad, suponga limitar determinados derechos. El no vacunarse debe traer consecuencias, pues vulneran la ley no respetando los derechos de los que sí se vacunan.
Los negacionistas, obviamente, negarán los números de hospitalizaciones y estancias en ucis de los vacunados y de los no vacunados. Eso lo damos por descontado, pues su planteamiento de un mundo feliz, como decía Isócrates, es la anarquía.
A los fumadores se les aparta de la manada y se les envía a fumar a una distancia para no contagiar a otros. No sé qué dicen de ello los negacionistas. Además, si van a fumar no pueden entrar en un local ni estar sentados en una terraza, aunque haya una corriente de aire. Pero, ¿qué dicen de ello los negacionistas? Eso les parece bien, ya que no quieren ser fumadores pasivos. Yo tampoco quiero serlo y, además, no quiero compartir terraza con alguien que fume, y mucho menos con alguien que, por sus absurdas creencias, no se haya vacunado.
Se dice, lo dicen los expertos en zoología, que las manadas eligen al más inteligente o mejor dotado, al anciano experto, para dirigir la manada. Italia que, en definitiva, es un país muy parecido al nuestro eligió a un sabio para, en esta diáspora, dirigir a su manada, Mario Draghi. Impresiona ver lo que ha hecho este hombre en una sola vida. España, por el contrario, ha elegido a los más nefastos; en este pequeño país, lo mismo. Que Dios nos coja confesados.