www.canariasdiario.com

Neologismos, préstamos e infecciones

miércoles 05 de enero de 2022, 05:00h

El último palabro de origen covídico que he podido escuchar y leer es el de 'flurona', usado para describir la novedosa infección simultánea en un individuo del virus de la gripe y del coronavirus, más concretamente, del virus SARS CoV-2 o COVID-19, porque conviene recordar que el del resfriado común y el de la gripe son, entre otros, distintas clases o categorías del grupo de los coronavirus.

La prensa y las redes demuestran una capacidad de asimilación terminológica instantánea, acrítica e ilimitada. Los sustantivos de cualquier ámbito de la ciencia o de la técnica se trasponen a la lengua castellana -normalmente del inglés- en crudo, sin procesamiento ni reflexión alguna.

Flurona deriva, obviamente, de la unión de 'flu' -a su vez, por reducción del término 'influenza', que en lengua inglesa significa gripe- y de 'corona', otra reducción, generalizada en muchos países, del término compuesto 'coronavirus', palabra considerada demasiado larga para los hablantes de algunos idiomas. De ese matrimonio nace el flamante neologismo.

Sin embargo, 'flu' no tiene significado alguno en español, de manera que un hispanohablante no tiene cómo deducir su origen etimológico y, por ende, entender de qué estamos tratando.

Ciertamente, las palabras van y vienen de una lengua a otra, pero ello cobra sentido solo si sirve para cubrir vacantes semánticas. De hecho, 'influenza' es un préstamo de claro origen italiano, probablemente derivado de la expresión 'influenza di freddo', es decir, influencia del frío, asociado lógicamente con la aparición de las epidemias de gripe. De Italia, el término -y el virus- pasaron al resto de Europa durante el siglo XVIII y los británicos lo adoptaron como propio, acortándolo por ambos extremos para su uso coloquial, como suele ocurrir en ese idioma.

Pese a que hace ya siglos que los angloparlantes lo usan con esa finalidad, si se para uno a pensar suena igual de raro decir en inglés 'influenza' que en francés 'week-end', en menorquín 'xoc' (tiza), o en castellano 'rendibú', aunque se trate de palabras de uso más o menos común y asentado en el habla respectiva.

Lo lógico, pues, sería que 'flurona' hubiera pasado al español convertido en algo así como 'griporona' o 'gripona' -aunque reconozco que ambas construcciones suenan francamente mal-, pero la tendencia general en todo el planeta es la de incorporar sin análisis previo cuanto anglicismo se pone de moda, aunque ya haya términos con idéntico significado en la lengua de cada cual, de manera que le auguro una larga vida a la flurona.

El problema no es, por tanto, que las lenguas obtengan préstamos de otras, fenómeno universal, sino que el léxico de una vaya siendo sustituido paulatinamente y sin necesidad aparente por el de otra, como podemos constatar que ocurre hoy en día y cada vez a mayor velocidad. La indudable potencia del inglés es, sin duda, el caldo de cultivo ideal para esta infección (¿anglorona?), pero su verdadera causa es, tristemente, que los hispanohablantes conocen y usan cada vez peor su propio idioma.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios