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Sánchez el maquillador

miércoles 29 de diciembre de 2021, 10:48h

Pedro Sánchez ha vuelto a hacerlo. La contrarreforma laboral que ha perpetrado el gobierno no supone medida alguna de estímulo a la contratación ni, por tanto, a la reducción de las escandalosas cifras de desempleo que padecemos y que deberían ruborizar a cualquier dirigente español, pero, eso sí, va a maquillar la insoportable frugalidad de nuestro mercado de trabajo.

A partir de ahora, determinadas relaciones laborales que respondían a causas temporales se convertirán por arte de birlibirloque en contratos indefinidos o fijos discontinuos. Dicho de otro modo, si ya costaba tomar la decisión de cubrir nuevos puestos de trabajo ante la ausencia total de estímulos y la perspectiva de un incremento de las cargas sociales para hacer frente a las jubilaciones de los boomers, añadamos ahora que el vínculo laboral deberá ser forzosamente de carácter indefinido para acabar de enfriar el ímpetu emprendedor de nuestros pequeños empresarios.

Uno puede divorciarse de forma exprés y hasta puede cambiar de género con solo manifestarlo ante el encargado del registro civil, pero si contrata a un trabajador inicia una relación cuya futura extinción supondrá tener que abonar una indemnización por despido, aunque la necesidad fuera claramente temporal desde el inicio.

Sánchez consigue maquillar, pues, las cifras de eventualidad, pero hace más rígido el sistema, lo que no favorece precisamente la creación de puestos de trabajo y el descenso del paro. Los parados ya no interesan a nadie, y menos que a nadie, a los sindicatos.

Los beneficiados por esta contrarreforma son, obviamente, esos sindicatos 'mayoritarios', que lo son en virtud de privilegios adquiridos en la transición como supuesta compensación por su lucha por la democracia. Cuarenta y tres años después de sancionada la constitución, en España hay sindicatos sistémicos -UGT y CCOO-, y el resto del movimiento sindical, que jamás podrá aspirar a serlo. Los chicos de Pepe Álvarez y Unai Sordo constituyen el sindicalismo vertical del llamado régimen del 78, engranaje esencial de ese nuevo "movimiento nacional salvador de España" que la izquierda pretende rememorar, suplantar y petrificar.

Capítulo aparte merece la impúdica bajada de pantalones de la gran patronal, controlada por ejecutivos opíparamente asalariados de grandes corporaciones, a quienes lo que a partir de ahora puedan o no hacer los pequeños empresarios -que constituyen el 80 por ciento del tejido productivo de nuestro país- se la trae completamente floja y pendulante. Los fondos europeos a repartir han doblegado la discreta combatividad de estas organizaciones, con excesiva querencia a la foto junto a los gobernantes, y que fían todo su futuro a las subvenciones, lo cual obviamente tiene un precio, que Sánchez se ha cobrado por adelantado.

Si el parlamento no lo remedia, la contrarreforma laboral será como la educativa, puro maquillaje estadístico. Tendremos un país poblado de cenutrios con el graduado escolar o el bachillerato, regalados con asignaturas suspendidas a mayor gloria de Pedro el bello y la nueva izquierda. Y, además, serán todos fijos discontinuos, por cojones. ¡Toma ya progreso social!

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