Tras la pandemia nos hemos hecho más individualistas, y ahora, junto con el invierno, nos dicen que parece que entramos en una sexta o séptima ola, lo que puede llevarnos a aislarnos nuevamente y a tener que volver a la soledad, las reuniones controladas y el aislamiento.
¡Es un tema complejo! ¿Qué es primero? ¿La salud física o la salud emocional?
Realmente, encontrar un término medio no es tarea sencilla. Hacer que las personas guardemos medidas de seguridad, dejemos de abrazarnos o besarnos en los eventos, no ha funcionado. Cada vez que voy a un evento, alguien viene, te abraza y te toca, ya que está en nuestro ADN mediterráneo y pareciera que a nivel mundial ocurre lo mismo.
Ahora nos hablan de nuevas cepas, versiones de este u otros virus, pero la realidad es que nadie sabe nada, o la información que nos llega es incorrecta y escasa.
No obstante, si pienso en los inconvenientes que ha causado esta pandemia, me hace ver que las consecuencias han sido peores de lo que parece a primera vista, y puede hacer que se multipliquen todavía más y más.
A veces, da la sensación de que se nos han olvidado sus consecuencias, pero de repente nos encontramos con alguien que nos habla de no poder acariciar a sus seres queridos, de claustrofobias, de miedos que antes no existían, de fobias desencadenadas difíciles de tratar, y muchos más inconvenientes, por no olvidarnos de los seres fallecidos en el transcurso de estos casi dos años.
También es bien cierto que, estando separados y aislados, no conseguiremos superar esta crisis, y que vendrán muchas pandemias unidas a nuestra forma de vida actual.
Por tanto, el dilema está servido: separarnos y flaquear, o mantenernos unidos y perseverar en construir el nuevo mundo juntos.
Es cierto que, en este transcurso, muchos podemos fallecer, desaparecer o enfermar, pero, ¿cómo queremos vivir a partir de ahora?
Yo decido vivir sin miedo, y solo Dios podrá decidir cuánto tiempo deba quedarme en este mundo. Tal vez, dentro de poco, deba dejar de escribir estos artículos, puesto que ya no esté aquí; o, tal vez, se acorte mi vida o mi salud. Pero me niego a mantenerme aislada del mundo y lucharé con las medidas que nos digan que son seguras para poder continuar en comunidad, porque sin la unión nunca tendremos fuerza.
Todos los días mueren personas. Solo los suicidios en España, este año, han ascendido vertiginosamente, con números cercanos a las 4000 personas. Tal vez, sea el momento de confrontarnos con nuestros miedos y decir adiós a la soledad, al aislamiento y a las pérdidas de libertad.
Es evidente que deberemos tomar precauciones para no convertir estas pérdidas en una guerra silenciosa mayor de la que tenemos, pero no podemos aislarnos y seguir contribuyendo al mal pandémico mayor que sufre nuestra población: la tristeza, la depresión y las enfermedades mentales.
De nada sirve vivir físicamente si estamos muertos en vida y nos limita nuestra mente nuestra calidad de vida.
¡Tomemos precauciones, pero no dejemos que nuestra sociedad se derrumbe, porque solo juntos podremos salir de esta gran guerra silenciosa!
¡La unión hace la fuerza y el aislamiento nos bloquea y nos hace débiles!
Todavía mantenemos una pequeña cota de libertad para decidir cómo queremos vivir el tiempo que nos quede en este planeta.
¡Tú decides cómo vivirlo!