En un primer momento las suspensiones temporales de trabajo, también llamadas expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) fueron un instrumento muy necesario para paliar la situación de aquellos trabajadores y empresas en los que el COVID había provocado paralización de la actividad por fuerza mayor o por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción. Durante los casi dos meses de confinamiento duro, establecimientos y empresas al no poder ejercer su actividad, veían como tenían que seguir abonando alquileres y suministros y si, al menos, el estado asumía los costes de recursos humanos, la tragedia no era tan grande.
Desde julio de 2020 hasta día de hoy hemos visto cómo los ERTE se han ido sucediendo prórroga tras prórroga, como si fuese imposible sacar a flote la economía sin este instrumento. Hemos llegado a una situación en que parece que la economía española no puede -o no sabe- subsistir sin ser subsidiada, y aquí tenemos un grave problema que no se quiere afrontar porque los ERTE están provocando una situación de anestesia.
Aparte de los ERTE claramente fraudulentos, aquellos en los que se seguía trabajando y el empresario sólo abonaba “en B” la diferencia entre la prestación por desempleo y el salario neto (que según Inspección de Trabajo han llegado a ser más del 10%), también hay muchos casos en los que se ha disfrazado de ‘dificultad derivada del COVID’ lo que son auténticos fallos estructurales de las empresas que nada tienen que ver con la pandemia.
Empresas mal estructuradas, estrategias inviables, fallos de organización, planteamientos obsoletos… son orillados gracias a los ERTE cuando lo más oportuno sería realizar un replanteamiento sobre la estrategia de negocio.
En Canarias, por ejemplo, se ha hablado en incontables ocasiones sobre la necesidad de diversificar la economía para no depender siempre del turismo. Ahora habría sido el momento, pero no se ha hecho porque los ERTE han maquillado una realidad necesaria y que nos puede acabar engullendo en un futuro no muy lejano.
Para poner un símil muy casero, cuando un hijo tiene siempre ‘a papá’ que lo salva de los problemas, nunca aprende a desenvolverse en la vida. Papá-Estado utilizó la figura ya existente de la suspensión temporal de empleo para salvar de un problema que nos cogió a todos por sorpresa, pero que un año y medio después sea la única tabla de salvación de muchas empresas es señal de que algo importante está fallando en nuestra economía.