“El fascismo se cura leyendo, el racismo se cura viajando”, Miguel de Unamuno.
Acabo de volver de un viaje como acostumbro en solitario y en moto por la Península Ibérica, de nuevo, haciendo hincapié en Extremadura. Y, de nuevo, las sensaciones a lo largo del viaje han sido diferentes como diferentes son todos y cada uno de los rincones que completan la Península.
Empecé por Besalú y Olot, visita turística y visita de trabajo pero con las mismas molestas sensaciones. Tanto en las tiendas turísticas de Besalú como en el despacho de un notario de Olot tuve la sensación de que me estaban perdonando la vida por el hecho de atenderme y que se sentían superiores. El notario, por este hecho, dejó de ganar una minuta de más de 3.000 € que no creo, que en este momento, sea una minucia, y de más de una tienda y bar salí sin comprar ni consumir por lo mismo.
En Cataluña, en general, noté en la gente con la que me paré a hablar, de todo signo y color político, una crispación, un cansancio, un hastío con la situación política a que les han llevado los llamados ahora independentistas, a un callejón sin salida y que, todo ello en palabras de un joven que dijo era votante de la CUP, no saben como salir del embrollo y se dedican más a vigilarse entre ellos mismos que preocuparse de los ciudadanos catalanes cual es su obligación. Esta percepción de la situación política en Cataluña fue una constante a lo largo de mi viaje por Cataluña y hablara con quien hablara.
Hubiera sabido que dejaba Cataluña sin necesidad de carteles indicadores simplemente porque dejé de ver el mobiliario urbano, farolas, paredes, estantes, etc...forrado de forma obsesiva con banderolas confeccionadas mitad con la bandera de Cuba y la otra mitad con la bandera de Aragón, ¡muy originales no son!.
En cuanto salí de Cataluña la gente con la que traté dejó de estar crispada, se volvió amable, simpática y atenta.
Igual ocurrió con los carteles reivindicativos. En Cataluña unicamente hay carteles reivindicando la autodeterminación y la amnistía de los políticos confesos y condenados y en cuanto abandonas Cataluña los carteles tratan de temas que de verdad interesan a los ciudadanos: “Autovia YA, queremos futuro”, “El médico no se va, Quieren matarnos “, “La mina no”, “Los derechos humanos son para todos” y así toda una retahíla que demuestra la variedad de problemas diferentes que hay en España.
De nuevo encontré un buen samaritano en mi camino en solitario. El primero fue un capitán de la Aeronáutica Militare Italiana en Roma, el segundo fue un camionero argentino mientras hacía la Ruta 40 en Argentina (me dio una botella de agua fresca y un bote de galletas) y este año en Cáceres y el protagonista de la buena acción fue un guardia civil fuera de servicio y que vestía de paisano. En contra de lo que es mi costumbre, al aparcar para visitar la ciudad antigua, no fotografié la placa con el nombre de la calle. A la vuelta me despisté y me pasé una hora buscando la moto a las doce y media de la mañana y con un sol extremeño de castigo.
Pregunté a un señor quien muy amablemente me indicó en que dirección podría estar mi moto, pese a los pobres datos sobre su localización que pude darle, diciéndome que era guardia civil fuera de servicio y que estaban para ayudar a los ciudadanos.
Cual fue mi sorpresa cuando a los pocos segundos se paró un coche a mi lado, era la persona con la que había hablado, y que me indicó que si no me molestaba que subiera al coche que me ayudaría a buscar mi moto. A los pocos segundos y en la dirección que me había indicado anteriormente apareció mi moto. Después de agradecérselo nos despedimos sin lograr que me diera ni su nombre ni su graduación. Yo le dije que lo publicaría y publicado está.
Aviso para navegantes: En la Autovia del Suroeste (E90- A5), entre las diferentes gasolineras que existen hay varias de la marca Repsol. En la primera que me paré una botella de agua con gas de 1 litro de una conocida marca, 1,20 €; en la segunda, 1,00 € y en la tercera gestionada por Supercor una de las empresas de El Corte Inglés, 2,35 €. ¿Capisci?
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