Uno de los principales encargos que tienen todos los representantes públicos elegidos democráticamente es la anticipación a las eventualidades futuras y al diseño social, en el buen sentido de la palabra. Forma parte de su responsabilidad trabajar en pro de un futuro con avances tecnológicos, estabilidad social y sostenibilidad medioambiental. Pero de ahí a poner negro sobre blanco como será la España del 2050 va un gran trecho.
La propuesta de Pedro Sánchez carece del don de la oportunidad, llega en mal momento. Y no lo digo porque la pandemia sea obstáculo para plantear y debatir otras cuestiones, como tampoco lo ha de ser a que se destinen inversiones y gasto público a materias que no sean la sanidad, la educación y el fomento del empleo. Digo que llega en mal momento porque establecer una estrategia de futuro consensuada con una mayoría calificada de las fuerzas políticas -justificación de la presentación del proyecto- exige una estabilidad parlamentaria que en estos momentos no se tiene. Para que un pacto sea estable ha de tener el visto bueno de las fuerzas políticas que se prevé que dirigirán el estado en las próximas tres décadas y en estos momentos no estamos en este estadio. El Partido Popular no puede quitar el ojo de VOX, y ello determina su discurso, mientras que el PSOE tiene que hacer malabarismos para contentar a su electorado sin enfadar a sus apoyos parlamentarios que van del conservadurismo nacionalista (PNV) hasta el comunismo de Alberto Garzón, eso pasando por los independentistas que trabajan para salir de España. Esto genera fundamentada duda sobre la estabilidad que pueda tener cualquier pacto de estado que se pueda firmar en estos momentos.
Además, somos plenamente conscientes que los gobiernos no son los que rigen el devenir cotidiano de los ciudadanos y ciudadanas. Siempre hay alguien detrás manejando el hilo y que pone freno a cualquier buena propuesta que pueda realizarse si atenta contra sus intereses. Un pacto entre partidos también será totalmente estéril si no cuenta con el visto bueno de todos los agentes que puedan incidir en él. Es una realidad aborrecible, pero no podemos ignorarla.
Por otra parte, si algo hemos aprendido este último año es que cualquier planificación puede saltar por los aires por un hecho circunstancial que nos explota como una bomba en la cara. Todos teníamos planes que en marzo de 2020 saltaron por los aires. Por eso la propuesta presentada por Pedro Sánchez chirría ya de entrada: se trata de una carta a los Reyes Magos escrita por el Gobierno que muchos entienden como una bomba de humo para que no se hable de la triste realidad, y es que estamos ante la peor situación socioeconómica desde, como mínimo 1992.
Pero bueno, de algo servirá, porque ahora ya sabemos que el actual Gobierno planea que tengamos una tasa de paro del 7% y una jornada laboral de 35 horas semanales dentro de... treinta años.