La política está sometida a determinados ritos y hasta a un cierto grado de magia. Por ejemplo, hay procesos electorales en que ningún partido pierde, algo realmente prodigioso. También hay formaciones que las ganan, pero no mucho, por más que obtengan o revaliden mayorías absolutas.
El PSOE interpretó desde el primer momento que los comicios gallegos podían suponer un aval a las políticas de supervivencia de Pedro Sánchez y, además, fantaseó con la posibilidad de colocar una estocada mortal en todo lo alto a Alberto Núñez Feijóo. A tal fin, envió a Galicia al ideólogo de la descomposición socialista -el ínclito Zapatero, amigo de castristas y chavistas- para difundir las mentiras habituales y tratar de que los gallegos cayeran en diversas trampas. Había que colocar el mensaje de que el naufragio de un mercante cargado de pellets de plástico frente a las costas gallegas era responsabilidad de la Xunta, y se emplearon a fondo en ese afán, incluyendo TVE1 y todos los medios afines. En la última semana, incluso, había que acusar a Feijóo de ser ferviente defensor de la amnistía/indulto de Puigdemont, otra patraña muy del gusto de ZP, que recordemos que llegó al poder en 2004 gracias a la indecorosa utilización de un atentado yihadista que causó 192 fallecidos y merced a los embustes difundidos por la SER y los medios afectos a la ceja. También, gracias a la torpeza de Aznar, justo es reconocerlo.
Pero Sánchez, a lomos del oráculo de Tezanos -fiable cual escopeta de feria-, volvió a calcular mal. Tratando de hacer daño al PP, dio alas al independentismo del BNG -que también ha perdido las elecciones, valga la aclaración-, pero a costa del PSG, no de los populares, pequeño error aritmético que ya le ha costado la pérdida de casi todas la comunidades autónomas, salvo Castilla-La Mancha, Asturias y Navarra (esta última, merced a su pacto con el entorno de Bildu)
Lo mejor, sin embargo, estaba por venir, y ha sido la reacción socialista a la severa derrota -40 escaños frente a 9- sufrida por las huestes zapatero-sanchistas, que no levantan cabeza, aunque estén dispuestas a gobernar con terroristas y radicales con tal de mantener la silla en Madrid.
En Balears, el ‘exgallego’ Iago Negueruela manifestó que solo podían interpretarse estos resultados en clave autonómica. Hay que ver lo previsibles e infantiles que son los socialistas. Cada vez se le aleja más a don Iago la posibilidad de volver a su lugar de nacimiento a seguir chupando del partido, porque a este ritmo en dos comicios más el PSG estará liquidado.
Sánchez es el peor enemigo del PSOE, algo que ya bastantes dirigentes socialistas tienen claro, pero que solo García-Page manifiesta, y con la boca pequeña. Nunca antes fue tan irrelevante, minoritario y alejado de la centralidad y de la cualidad de partido sistémico de Estado.
Por su parte, Sumar se ha estrellado contra la realidad. A Yolanda Díaz la conocen de sobra en su tierra y precisamente por eso no la quieren ni en pintura, ni siquiera por figura interpuesta.
El inefable Ernest Urtasun compareció ante los medios a señalar que les “ha faltado tiempo” a los sumerios para hacerse entender. Bien al contrario, justamente a los gallegos el tiempo les ha sobrado -les bastó un cerocoma- para comprender perfectamente de qué va esta macedonia neocomunista, cuya única finalidad es que doña Yolanda siga en su poltrona vicepresidencial.
De Podemos, mejor callar. No está bien hablar mal de los muertos.
Si (
No(
