OPINION

Hemos perdido el Kyrie

Santiago Fiol | Martes 02 de marzo de 2021

Lamento profundamente que a la famosa periodista Julia Otero se le haya diagnosticado un cáncer. Quizás porque lo haya vivido de cerca, no en mis propias carnes, cada vez que oigo el diagnostico me da un escalofrío. Una vez superado el momento y aunque la persona afectada sea próxima y querida, no me da `por desear a nadie esa enfermedad, cuyas expectativas de curación han mejorado de forma importante. Cuando un individuo culto y que accede a las personas a través de los medios y crea opinión como es Máximo Pradera y a la vista del diagnóstico de Julia Otero decide desear a la diputada por Vox señora Olona o al presidente Aznar que sufra la enfermedad es que vivimos en una sociedad enferma. Aunque quizás el enfermo solo es Pradera pues es él quien tiene esos deseos bastardos.

No comparto ideología ni forma de pensar ni con los Otero, Olona, Aznar y mucho menos con Pradera. Pero me parece indecente que por el mero hecho de discrepar de alguien no le desees la muerte, le desees la enfermedad, el sufrimiento, y quizás la muerte o la esperanza de la sanación; pero se da la casualidad de que esas personas relacionadas tienen familia, amigos, compañeros de trabajo que sufrirían con ellos, que padecerían los efectos de la quimio terapia como se la hubiesen puesto a ellos. No solo se ofende a quien se desea ese mal sino a sus seres queridos y también a los que ni siquiera conocemos, además de los que lo han padecido o han tenido un familiar o alguien próximo y querido que los haya pasado.

Desgraciadamente un persona querida está pasando por segunda vez por ese trance, por esa grave enfermedad y solo puedo decir que, cuando conectamos por wasap cada par de días no hace sino que la admire mas, que aprenda de su lucha y de sus ganas de tirar adelante a pesar de los serios impedimentos y pruebas que le pone la vida. Se que con ella, cuando podamos vernos y haya pasado ese covid, nos podremos reir más y más fuerte y siempre agradeceré su lección de vida; esta persona a la que me refiero, anónima, también –como Pau Donés- es un ejemplo. En cambio cuando veo y leo a Máximo Pradera, del que hago formal promesa de no leer nada más suyo, solo veo la maldad al desnudo. El desear dolor gratuito a otras personas. Por una parte saca los pensamientos más indignos que hay en mi, pero de forma inmediata surge la pena. Que triste debe ser la vida de Pradera para tener que desear a unos cuantos que tengan cáncer. Que poco hay en su cerebro y en su alma. Que miseria vivir con ese rencor dentro y tener que vomitarlo. Pradera, Máximo, ese que siempre ha ido de intelectual y sabiondo no es ni siquiera una mala persona, es simplemente un pobre hombre y eso es más triste.

Decía que hemos perdido el kyrie también la sociedad pues el otro día unos energúmenos que dicen que defienden la libertad de expresión suya y de Hasel además de robar en las tiendas cuyos escaparates rompen decidieron prender fuego a una furgoneta en la que se encontraba dentro un policía que estaba acorralado y a su merced. Esos personajes siniestros de la noche barcelonesa no son demócratas y demandantes de derechos como lo fueron en su día por ejemplo Martin Luther King o como fue el mismo Gandhi, conocido como el apóstol de la no violencia. Hace 2500 años que por boca de Esquilo sabemos que la violencia engendra violencia. En esta situación que se vive en Barcelona, ¿que debe privar el derecho a la manifestación de esos ciudadanos o por el contrario el interés general? para que se respete la propiedad privada, el respeto al mobiliario y bienes públicos, el derecho al descanso que tienen la fortuna de tener un trabajo y poder desarrollarlo. La respuesta es evidente. El presidente de la Generalitat Catalana, quien sea a día de hoy, tiene la obligación legal de poner en funcionamiento todos los medios necesarios para que se respete el interés general. No caben medias tintas ni el buenísimo imperante. Tenemos identificados a los buenos y a los malos, actúen en consecuencia.

Llevo unos días reflexionando sobre la cuestión –que no tiene que ver con lo anterior- y aquí les voy a dejar el primer apunte, ¿puede limitar un político los derechos de los ciudadanos ad cautelam? Pues las restricciones que se acuerdan quincenalmente van de eso. Con los números de contagio, ingresos y enfermos en uci tiene legitimidad el poder político para limitar los derechos de los ciudadanos al trabajo, a la libertad de movimientos, por si acaso no somos buenos y vuelven a subir los índices de contagio. Pienso que no. La limitación de derechos entiendo que debe ser por una realidad y no por una posibilidad más o menos cierta. Limitar los derechos constitucionales de los españoles es algo muy serio. Creo que salvo el 23F y la aplicación del 155 en Cataluña no se ha producido de forma masiva en cuarenta años de democracia.

Lo que de verdad me preocupa es que aceptemos como lo más normal del mundo que nos limiten los derecho y yo, haciendo mío el título del opúsculo de Hessel digo indignaos. Los derechos fundamentales no se pueden limitar por si acaso pues eso nos lleva a la dictadura. Deben explicar que a día de hoy con los índices del covid 19 resulta imprescindible adoptar medidas que nos priven de derechos. No soy negacionista, creo que existe la enfermedad y su solución es la vacuna, pero por encima de todo eso soy un ciudadano libre.

Para terminar les diré que el título de hoy se lo debo a mi abuela materna, María, sa caparruda, de SIneu, una mujer dura con un carácter agriado por las durezas de la vida pero que era una buena persona y a quien le hoy decir muchas veces esa expresión de han perdido el kyrire. Por cierto murió mayor, hace demasiados años y víctima de un cáncer. Uno de los primeros vividos de cerca y por supuesto a nadie le deseo ese mal.


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