OPINION

Consecuencias de otras historias

Juan Pedro Rivero González | Jueves 14 de enero de 2021

Las películas de cine o las obras de teatro nos muestran que existen personajes protagonistas y personajes de reparto. Los mismos premios anuncian, incluso, a algunos personajes de reparto que lo hacen tan bien que, en ocasiones, cobran una valoración merecedora de ser premiada. No es posible que un lea y entienda una novela si todos los personajes son protagonistas. Eso es cosa de Dios. No tenemos capacidad para ello. La historia necesita un hilo conductor en el que nos podamos centrar en aquellos que su autor ha querido destacar como protagonistas por algún motivo.

Cada uno de nosotros es protagonista de su propia biografía y, a la vez, actor de reparto de las biografías de otros. Así se escribe la historia. Y todos tan contentos. Todos tenemos la oportunidad de soñar e imaginar la historia que está detrás de una persona que conocemos. A veces nos sorprendemos con este juego imaginativo que hace posible nuestro común ingenio intelectual.

Hoy me sorprendo soñando con la ilusión de una pareja que el 14 de enero de 1967, hace ya 54 años, en una pequeña iglesia de Icod de los Vinos, celebraron su matrimonio con más ilusión que medios. Un trabajador de la construcción, huérfano de madre desde los 16 años, y una muchacha de familia agricultora, que vio pasar su adolescencia entre plataneras y empaquetados de tomates. Ellos son los protagonistas de mi imaginación.

Juntos comenzaron una vida común, como tanto otras parejas, en la vivienda de autoconstrucción que fue creciendo a lo largo de su vida matrimonial. Pronto rompió el protagonismo de esta historia su primer hijo. Aquel pequeño comenzó a ser la primera obra común que llenaba de alegría sus ilusiones compartidas. Imagino las miradas cómplices de ambos al escuchar sus llanos de hambre o sus arrullos de satisfecho tras mamar desaforadamente a cada rato. Y luego la niña, esa pequeña joya que llegó para completar el círculo de la familia.

Aquellas conversaciones de jueves y domingo, en horas de enamorar, como entonces se estilaba, muchas veces plasmaban en sueños lo que la realidad hizo que surgiera. Aquellos te quiero que resonaban como bombas en sus corazones palpitaban ahora en la nueva realidad que habían construido en común. Esta es la biografía de una pareja común, de un pueblo normal, de una época cualquiera.

Cuando miro mi vida me resulta conmovedor descubrir virutas de reparto de aquella historia de amor. Y me siento agradecido de ser actor de reparto de su biografía. Aunque sé que si mi hermana y yo le preguntáramos a mi madre, esta nos diría que no somos de reparto, sino que tanto para ella, como para él si viviera entre nosotros, somos protagonistas de su propia biografía.

Todas las personas que un día normal nos encontramos por la calle, de cualquier pelaje o situación, tienen una biografía digna de ser contada. Todas serían capaces de narrarnos lo que no cabría en páginas infinitas de novelas históricas infinitas. Y en todas ellas encontraríamos ilusiones, inquietudes, anhelos, que cualquiera de nosotros compartiría y agradecería. Todas esas historias son las que han configurado la sociedad en la que vivimos y de la que formamos parte.

Solo Dios es capaz de conocer esa inabarcable verdad que enreda en un hermoso tapiz lo que somos como pueblo: consecuencias de otras historias.


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