España es un “Estado Social y Democrático de Derecho” y así lo establece el artículo 1 de la Constitución Española. Es decir, lo primero que dice la CE es que estamos en un estado en que existe libertad de ideología y de militancia política. Todas las ideas, incluso las que preconizan la implantación de un sistema diferente al establecido en la propia carta magna -como por ejemplo el republicanismo-, deben de ser respetadas. Sólo cabe actuar de manera coercitiva cuando el proselitismo de estas ideas vulnera la legalidad vigente. Es por ello que pretender defender la Constitución deseando el fusilamiento de veintiséis millones de personas - es decir los que votaron opciones que no son VOX, PP y Ciudadanos- es una contradicción en sus propios términos.
Tanto el chat de whatsapp de militares retirados, como la carta que algunos de ellos remitieron a Felipe VI, no son cuestión baladí puesto que, aunque alguien pueda creer que el pensamiento de una serie de nostálgicos de la mano dura es una cuestión anecdótica sin ninguna trascendencia práctica, no cabe menospreciar el poder social del mensaje lanzado por estos hombres que antaño atesoraron tanta potestad y autoridad. Recordemos que varios de ellos estuvieron implicados en el Golpe de Estado del 23-F que puso el susto en el cuerpo a casi todos los españoles. La fuerza de influencia de estos antiguos mandos sigue siendo formidable. La prueba está en el estado de opinión creado, y en haber conseguido el apoyo tácito y explícito de representantes públicos que, incongruentemente, enarbolan la bandera del constitucionalismo.
El mensaje epistolar de melancólicos atenta directamente contra la esencia de la Constitución Española. Recordemos que fue un texto fruto del consenso y de la reconciliación después de unos cuarenta y cinco años de dictadura franquista en que si no se estaba de acuerdo con el régimen o se callaba o se acababa mal. Los llamados “padres de la Constitución” tenían el encargo nítido y preciso de redactar un texto en el que tuvieran cabida todos los ciudadanos sin excepción. Por lo tanto, ansiar que desaparezcan los que no comulgan con las ideas de uno es atentar contra el espíritu del texto constitucional.
Parece que la casa del Rey tuvo claro que la carta recibida merecía poca broma, y por ello la trasladó al Ministerio de Defensa para que no hubiera acuso de recibo por parte del Rey, pero quedamos a la espera de escuchar alguna mención al respecto en el tradicional discurso de Navidad. No hace falta un discurso adrede y vehemente como el del 3-O, pero una reflexión sobre ello sería agradecida y reconocida.