OPINION

El día de "Espanna"

Francisco Gilet | Miércoles 14 de octubre de 2020

Estamos contemplando, atónitos, las conductas más contradictorias y ridículas de los últimos tiempos. Un personaje homófobo, machista y asesino es objeto de las loas y alabanzas de otro personaje que no se atreve a soportar la mirada del Rey de España. Y la evita bajando los párpados ante su paso. El comunista que alaba a otro comunista es de tal sinvergonzonería que no le duelen prendas que le vean charlando, gesticulando y Dios sabe si amenazando a un magistrado. Esos dos hechos se pudieron contemplar en ese gran escenario, lúgubre y siniestro, en que han convertido el patio de la Armeria del Palacio Real.

Al funeral masónico de hace semanas, se le ha unido un acto fúnebre, tristón, indigno para el día de la Fiesta Nacional del primer Estado occidental. Un Estado que en el siglo XIII ya era nombrado por su entonces rey, Alfonso X, como “Espanna”. Pero, claro, de eso hacen tantos siglos que el comunista no ha llegado a su lectura.
Ahora para el vicepresidente del Gobierno de España no es tiempo de reyes sino de repúblicas, de feminismo, de eutanasia, de salud pública, de justicia social. Tanto le da alabar al argentino asesino, como al argentino Papa. Con absoluta seguridad de lo escrito por este último quizá haya leído el título y, segurísimo, ante la nefasta biografía del primero, cerró los ojos.

Lo grotesco es que, para ese comunista, los asesinatos del Che y las palabras del Bergoglio sean “justicia social”. Sin duda alguna, su fanatismo le induce a tan menguados pensamientos.

Aunque todavía dio más de si el día de la Hispanidad. Ahora resulta que la pareja sentimental del “cierra ojos”, los abre para contemplar un “horizonte republicano”, echando mano de una supuesta encuesta, a todas luces sesgada. En ese horizonte no podía faltar el color morado, demostrativo, dice, de republicanismo y de feminismo al mismo tiempo.

Olvidando que también es color del Nazareno, a la colega comunista no le duelen prendas, tampoco, de ser ministra en un gobierno cuyo Presidente ha osado decir; “Mí Gobierno apoya la Constitución desde la A a la Z y, por tanto, el pacto constitucional donde se incorporaba la monarquía parlamentaria". La incongruencia solamente se entiende cuando uno piensa en los emolumentos que debe “sacar” la ministra morada mientras adopta acuerdos colegiados con un gobierno defensor de la monarquía parlamentaria. Esa incongruencia vale la pena cobrarla en nómina.

Lo importante para esos ridículos comunistas es el fin, los medios son indiferentes. Hay que machacar con la falacia de que la monarquía está en crisis, sin miramiento alguno. Para este impresentable personaje la crisis económica, la laboral, la social, la sanitaria, todo se soluciona con un cambio de sistema; obviar la Transición y saltar a la República. Esta es la panacea, el bálsamo de Fierabrás que solucionaría todos los problemas de esa nación cuyo nombre nunca menciona.

Y entretanto este hombre sigue con su hoja de ruta, su jefe, el Presidente y sus ministros también continúan con su juego. Un ciudadano planta una bandera española en un árbol en Barcelona y es multado. En Tolosa, en Pamplona, en una plaza catalana se quema la imagen o una fotografía o un ninot del Rey y no pasa nada; libertad de expresión.

Naturalmente cosa distinta sería si la imagen fuese de Companys o de Ion Idígoras. En tal caso, nada de libertad de expresión. Con el Rey cabe incluir al denigrado Colon, por aquello de las carabelas. Y ni fiscal ni policía ni ministro mueve un dedo, no sea cosa que moleste a Bildu o a ERC que tienen que aprobar los presupuestos. Y ya puestos, voten a favor ese asalto al poder judicial que significa la proposición de ley para la elección del CGPJ, cercenando el rango de norma orgánica. Hay que acapararlo todo, puesto que, en caso contrario no seria un gobierno social comunista totalitario y sectario hasta la médula, sino simplemente democrático.

Todo ello va limando la respetabilidad de un gobierno que es incapaz de trasmitir una sensación de tener como objetivo un desarrollo económico, social, institucional, equilibrado, instando al sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y la economía de mercado. Esto es la “gobernanza” clamada por el socialista Sánchez, pero que no resalta en ninguno de sus actos, más allá de mantenerse en el poder, aun a costa de vender a su patria. Y posiblemente al propio partido socialista. Por Ferraz se le ve poco, no le interesa la opinión ni de González, ni de Guerra, ni de Vázquez ni muchísimo menos del “traidor” Corcuera, que reclama que es “un problema de salud pública que la gente sepa quién es Pedro Sánchez”.

No sea cosa que algún compañero de puño y rosa se atreva a tildarle de traidor, narcisista, abusador y fanfarrón. Un personaje que está llevando a toda España a la quiebra tanto económica como institucional.

Y ello sin respeto alguno ni a los ciudadanos ni a las instituciones ni a la tradición ni a la historia de la nación heredera de la Espanna del rey Sabio.

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