OPINION

La caída del imperio Ayuso

Jaume Santacana | Miércoles 07 de octubre de 2020

Lo que está pasando en la capital española en los últimos tiempos es, realmente, muy fuerte. Incluso me atrevería a escribir (y así lo hago) que están sucediendo cosas inauditas. Vale aquello del viejo castellano: cosas veredes. Nota: aunque casi todo el mundo cree que estas dos palabras provienen del Quijote (que incluso las remata con un amigo Sancho), lo cierto es que dicha expresión tiene una raiz literaria mucho más antigua que la extraordinaria novela de Cervantes. Al parecer, la expresión se remonta al “Cantar del Mío Cid”, cuando Rodrigo Díaz de Vivar le dice a Alfonso VI: “Muchos males han venido por los reyes que se ausentan...”. Nota 2: mire usted lo modernos que eran en la antigüedad y como preveían futuros acontecimientos monárquicos! Alfonso, el Rey le responde: “cosas tenedes, Cid, que faran fablar las pedras”.

La actual batalla madrileña tiene abiertos una cantidad de frentes considerables; y abiertos en canal, con muy pocas posibilidades de cicatrizar, por lo menos en un espacio de tiempo comprensible para los pobres ciudadanos que, atónitos, se hacen cruces con lo que les está llegando: sorpresas sorpresivas... ¡o más, si cabe!

La ínclita presidenta de la Comunidad de Madrid (una autonomía inventada para no ser menos, así de simple) Isabel Díaz Ayuso -Ayuso para los amigos- se cree poseída por la divinidad con el objetivo de arrasar con lo establecido y reinar sobre la capital y sus aledaños para mayor gloria de España y sus súbditos. Madrid, opina, es la enjundia del planeta y ella la reina del mambo. Y, ahora, agárrense que vienen curvas: “Madrid es España dentro de España. ¿Qué es Madrid si no España? No es de nadie porqué es de todos”. No me negarán ustedes que para brindar al mundo una frase como la citada hay que tener bemoles y, sobre todo, una capacidad ilimitada de imaginación, cinismo y poco sentido del ridículo.

La Presidenta tiene una obsesión natural -desde el inicio de la pandemia por el maligno virus de las narices- por priorizar la economía por encima de la salud de sus habitantes. ¡Y así le va! Mantiene, la susodicha señora, un pulso solitario con el gobierno de la Nación y contra toda cosa que se le ponga por delante. El desconcierto de sus tributarios inquilinos es de tal envergadura que ya nadie sabe por donde tirar. Eso sí, deberían recordar que la votaron.

Me ronda por la cabeza que el objetivo principal de Ayuso, en realidad, es cargarse, de golpe, la sanidad pública para favorecer lo privado que es lo que le mola. Tengo entendido que, de todos modos, hasta sus correligionarios superiores (Casado y compañía) se muestran algo desbarajustados, si ese calificativo fuera correcto.

Es cierto -com dice Ximo Puig, presidente de la Comunidad Valenciana y aguerrido defensor de la fatal centralización de la capital de España- que Madrid se fundó como kilómetro cero y ha basado siempre sus objetivos con un sistema de una enorme radialidad frente a una periferia que queda anulada o, en todo caso, borrada del mapa. Es aquello que rezaba en los buzones de correos: “Madrid/Provincias. O aquello, sin ir más lejos, de la inquebrantable “Unidad de España”.

El Madrid de Ayuso es, hoy, un potente aspirador que absorbe todo lo que no es Madrid; es decir, el resto de España. Carreteras, raíles ferroviarios y tráfico aéreo, todo, todo, sale y vuelve a Madrid. Todo, todo, nace y muere en Madrid (sobre todo las desgraciadas víctimas del Covid-19). Si a esto le añadimos una política fiscal que ofrece ilusiones al empresariado (interno y externo) y potencia una especie de paraíso fiscal caribeño -pero con el Manzanares de fondo- ya lo tenemos pillado.

Yo me supongo, en cualquier caso, que los días de Ayuso en la presidencia de su Comunidad, están contados. Sánchez la conquistará y su propio partido -en un momento dado, la dejará caer; con paracaídas, eso seguro. Cosas veredes, efectivamente.


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