Soy una MIR (médico residente) del Hospital Insular de Las Palmas de Gran Canaria. Quería hacerles llegar el estado en que se encuentran varios de los servicios de dicho hospital, destacando el servicio de Urgencias. Debido a las condiciones deplorables en las que ya trabajaban los médicos de este servicio, gran parte de ellos dejaron de formar parte aún antes de la pandemia que nos afecta. Además, el hecho de que nos obligaran a coger nuestras vacaciones entre junio y octubre pensando que la segunda ola de la pandemia vendría a partir de octubre, sumado a que varios compañeros se han infectado y requieren baja médica, ha desencadenado en que el servicio se encuentre en las peores condiciones que recordamos, prácticamente sin personal.
Al contrario que sucedió en marzo y abril, cuando el estado de alarma y el miedo a acudir a un hospital hacían que la demanda de atención urgente fuera baja, actualmente nos encontramos con una demanda por enfermedades comunes al menos tan importante como la habitual, sumada a todos los pacientes con infección COVID-19, que está siendo especialmente incidente en nuestra ciudad. La falta de personal ha hecho que el servicio de urgencias esté reclamando a la Dirección Médica del hospital ayuda por cualquier medio.
La solución que ha buscado este último organismo ha consistido en obligar a los residentes en formación de las especialidades quirúrgicas y médico-quirúrgicas (como son Oftalmología u Otorrinolaringología) a cubrir estas guardias en el servicio de Urgencias además de las suyas propias en sus servicios. Esto significa que médicos sin formación en urgencias se están haciendo cargo a diario de patologías para las que no tienen suficiente conocimiento, en muchos casos sin supervisión por la falta de médicos especialistas.
No sólo eso, si no que además deben cubrir a la vez la propia guardia de sus servicios, haciendo por tanto dos guardias a la vez que por supuesto no son pagadas como dobles y no permiten una adecuada asistencia en ninguna de las dos. Esto está generando una atención para nada a la altura de la que se requiere en un hospital de tercer nivel como en el que nos encontramos.
No es lógico que la vida de los pacientes pase a un segundo plano, y un infarto o una neumonía tengan que ser tratadas por médicos sin formación para ello, igual que no sería sostenible que un Oftalmólogo operara una apendicitis. Además, la sobrecarga para los residentes está alcanzando los límites de nuestro aguante. En algunos de los servicios sometidos a esta sobrecarga, ni siquiera se permite que los residentes libren estas guardias al día siguiente, por lo que deben seguir trabajando hasta 31 y 32 horas seguidas.