OPINION

Una oportunidad de reconstrucción

Emilio Arteaga | Martes 01 de septiembre de 2020

La salida de Messi del Fútbol Club Barcelona que tanta tinta está haciendo correr y tanta polémica está causando es, en realidad, una gran oportunidad que tiene el club para reconstruir el equipo de fútbol y volver al primer plano competitivo internacional, del que verdaderamente nunca se ha apeado, pero que en los últimos años no le ha bastado para ir más allá de las semifinales o los cuartos de final.

Los catalanes son gente que sabe hacer negocios, buenos empresarios, que mantienen la cabeza fría para detectar las buenas oportunidades y las mejores opciones, pero todo se pierde cuando se trata del Barça. En lo que se refiere al club, pierden el 'oremus' y se dejan llevar por las pasiones y las emociones.

Lo mismo pasa con los periodistas deportivos catalanes. Muchos no son más que fanáticos barcelonistas que reflejan en sus crónicas sus filias y fobias y son incapaces de un mínimo de objetividad y ecuanimidad en sus críticas.

En la crisis actual, la inmensa mayoría de periodistas, opinadores y aficionados en general han adoptado una postura hipercrítica contra el presidente de la entidad, Josep Maria Bartomeu, y muy contemporizadora o descaradamente favorable al jugador, Lionel Messi, lo que es indicativo del exceso de pasión y la falta de mesura que caracteriza todo lo que se relaciona con el club.

No hay duda de que la gestión de Bartomeu en los últimos años no ha sido nada afortunada, pero no por las razones que aducen la mayoría de sus críticos, o no solo por esas razones. El peor error del presidente ha sido, probablemente, consentir demasiado a Messi, acceder a todas sus peticiones, renovar sus contratos continuamente pagándole unas cantidades cada vez más estratosféricas y aceptando cláusulas absolutamente fuera de lugar que nunca debiera haber aceptado.

Y aceptando prorrogar contratos muy largos y demasiado bien pagados a los futbolistas amigos de Messi y manteniendo a entrenadores obviamente inadecuados para un club de la dimensión del Barça, solo porque al crack le gustaba. De esta manera, ha ido hipotecando las posibilidades de renovación del equipo y ha ido favoreciendo su decadencia sin capacidad real de reconducir la situación.

Y Messi le ha pagado con la ingratitud y la traición. La estrella se queja, al parecer, de que el Barça no tiene un equipo ni un proyecto ganador, pero él es directamente responsable en gran parte del problema. Con su sueldo desmesurado y los de sus amigos acomodados, el club tiene un serio problema económico, con las fichas del primer equipo consumiendo un porcentaje inaceptable del presupuesto total del club.

También él es responsable en gran parte de los fiascos deportivos europeos de las últimas temporadas. Ni en los partidos de París y Turín de hace tres años, ni en el de Roma de hace dos, ni en el de Liverpool del año pasado, ni en el de Lisboa contra el Bayern de hace unas semanas, todos ellos grandes fiascos europeos, ejerció de líder ni aportó nada relevante para intentar revertir la situación dentro del campo; al contrario, en vez de ponerse el equipo a la espalda y arengar y exigir reacción a sus compañeros, se le vio deambular como alma en pena, de manera absolutamente impropia del supuestamente mejor jugador de la historia.

Y ahora, cuando ha llegado el momento de reconstruir el equipo, decide marcharse, lo comunica por burofax, y pretende acogerse a una supuesta, o real, cláusula de su contrato para marcharse gratis, y ya os la apañaréis.

Pero su marcha y la llegada de un entrenador con cara y ojos, personalidad y experiencia, y algunos jugadores jóvenes que combinen con los veteranos aun aprovechables, y la salida de los no aprovechables, es la gran oportunidad de iniciar la reconstrucción del equipo, oportunidad que se puede ver perjudicada por la rabia descontrolada e irracional de unos cuantos socios y aspirantes a candidatos en las próximas elecciones, que pretenden derribar a la actual directiva con un moción de censura.

Con el equipo en reconstrucción y unas elecciones previstas para el próximo mes de marzo, parecería lógico dar un poco de tranquilidad a la entidad, dejar que Koeman, un mito del barcelonismo, tanto como el que más, y un entrenador que ya ha demostrado su competencia y su personalidad y que ya le dijo a Messi que se habían acabado los privilegios (y al día siguiente este envió el burofax), inicie su trabajo y procurar que no se pierda una temporada entera.

Pero no, se quiere presentar una moción de censura que, aparte de la distorsión que causa por sí misma, si triunfa implica la dimisión inmediata de la junta directiva y su sustitución por una gestora que no tiene competencias estatutarias para tomar ninguna decisión en términos de traspasos, fichajes o cualquier otro tema importante; solo puede encargarse de los temas ordinarios del funcionamiento diario del club hasta las elecciones y la toma de posesión de la nueva junta. Ello implicaría, con gran probabilidad, una desestabilización total que significaría la pérdida completa de la temporada.

En empresas o negocios de los que fueran socios, seguro que se lo pensarían mejor antes de arriesgarse a semejante desastre, pero en el Barça actúan como fanáticos, cegados por la pasión y la rabia.

Bartomeu se merece una moción de censura, pero al Barça no le conviene, y Messi también merece una censura por su actitud egoísta y desagradecida. Dejemos trabajar a Koeman, que tiene por delante una tarea titánica.

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