Después de publicar una serie de artículos sobre la penosa situación que han sufrido y siguen padeciendo los ancianos que ha destapado la pandemia que soportamos todos y con la esperanza de que se solucione de la mejor manera posible, voy a permitirme la licencia de publicar con gran honor, y con una gran satisfacción el poema titulado “¿Qué cuántos años tengo?” del escritor, novelista, poeta, periodista y dramaturgo portugués José de Sousa Saramago, premio Nobel de literatura, que falleció a los ochenta y siete años de edad, el día 18 de junio de 2010, en su residencia de la localidad de Tías (Lanzarote), en plena actividad creativa ya que escribió hasta el fin de sus días.
Quiero que sea un homenaje a todos los que tenemos, peyorativamente, la consideración de ancianos, y que bien merecemos este reconocimiento, por todos los objetivos que hemos logrado en nuestra vida y porque podemos continuar luchando con ilusión por obtener esos sueños que quedaron rezagaron en el andar por la vida. Porque el partido se juega hasta el ultimo segundo y hay que estar orgulloso de envejecer. Cada edad, cada etapa, cada momento, cada día se vive como se vive y los años nos dan la experiencia, la pasión, la satisfacción, la sonrisa de saber qué es, porqué es, cómo es, para qué es la vida.
Dice así:
“Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo…
¿Que cuántos años tengo?
¡Qué importa eso !
¡Tengo la edad que quiero y siento!
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso o lo desconocido…
Pues tengo la experiencia de los años vividos
y la fuerza de la convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo! ¡No quiero pensar en ello!
Pues unos dicen que ya soy viejo
otros “que estoy en el apogeo”.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice,
sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso,
para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos,
rectificar caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir:
¡Estás muy joven, no lo lograrás!…
¡Estás muy viejo, ya no podrás!…
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma,
pero con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños,
se empiezan a acariciar con los dedos,
las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor,
a veces es una loca llamarada,
ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada.
y otras… es un remanso de paz, como el atardecer en la playa..
¿Qué cuántos años tengo?
No necesito marcarlos con un número,
pues mis anhelos alcanzados,
mis triunfos obtenidos,
las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones truncadas…
¡Valen mucho más que eso!
¡Qué importa si cumplo cincuenta, sesenta o más!
Pues lo que importa: ¡es la edad que siento!
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero,
pues llevo conmigo la experiencia adquirida
y la fuerza de mis anhelos
¿Qué cuántos años tengo?
¡Eso!… ¿A quién le importa?
Tengo los años necesarios para perder ya el miedo
y hacer lo que quiero y siento!.
Qué importa cuántos años tengo.
o cuántos espero, si con los años que tengo,
¡aprendí a querer lo necesario y a tomar, sólo lo bueno!”.
Lo dicho: “Un chute de esperanza”.