OPINION

La esperanza y la empatía contagian más que el coronavirus

Miguel Lázaro | Jueves 16 de abril de 2020

Y además nos hacen mas fuertes y por supuesto no hacen sufrir ni causan la muerte. Si algo hemos aprendido en esta pandemia es el rescate conjunto y social de lo que valen y significan la esperanza, la empatía, la compasión y el agradecimiento. Estaba ahí pero el miedo, la incertidumbre y la muerte han sido los estímulos para que, tomando conciencia de nuestra caja de herramientas emocionales, hayamos optado selectivamente por usar todas aquellas que más nos podían servir para adaptarnos. Y además lo hemos hecho todos a la vez, de forma compartida, generando un ciclo de energía positiva que fluye, nos alimenta y nos hace más fuertes. Tenemos que ser conscientes de que todos somos fuente de luz, aquí y ahora la estamos proyectando para alumbrar en el duro camino individual y colectivo que estamos recorriendo, en estos tramos difíciles de la autopista que es la vida en el que no caben atajos. Tenemos más que nunca caminar juntos.

Estamos creando un rastro cuyos mojones son el mejor testimonio de nuestra resiliencia individual y compartida. Nos estamos cuidando, cuidando a los demás. Porque cuando nos estamos ocupando de nosotros, los estamos haciendo de todo lo demás. Por eso es además de esta dimensión social es importante conectar con la dimensión espiritual de esta crisis, tenemos el aspecto del águila, que, desde arriba, ve el todo; ve más ampliamente.

Porque, aunque el cielo este siempre arriba, solo hace falta levantar la vista y contemplarlo, tenemos que tomar conciencia de que todos nosotros estamos haciendo algo muy importante, algo por lo que merece la pena vivir y es que el cielo lo estamos construyendo, aquí en la tierra a través de nuestra generosidad y empatía compartida. Hemos entrado juntos en y saldremos juntos.

Pero quizás un breve relato de lo poderosa que es la empatía compartida sea mucho más ilustrativo que seguir escribiendo este artículo. Ahí va.:

Diferencia Cielo/infierno

Un rabino hablaba con Dios acerca del cielo y el infierno. Dios le dijo:

“Ven te mostraré el infierno”. Fueron a una sala donde un grupo de gente estaba sentada entorno a una enorme olla de arroz, más que suficiente para todos ellos. Todos estaban famélicos, desesperados y muertos de hambre. Aun así, nadie comía. Cada uno sujetaba una cuchara que alcanzaba la olla, pero cada cuchara tenía un mango más largo que su propio brazo, de suerte que no podía emplearse para llevarse el arroz a la boca. El sufrimiento era terrible. Al cabo de un rato, Dios le dijo:

“VEN AHORA TE MOSTRARE EL CIELO”.

Entraron en otra sala, idéntica a la primera: la olla de arroz brut, el grupo de gente, las mismas cucharas de mango largo. Pero allí todos estaban contentos y bien alimentados. No lo entiendo, dijo el rabino. ¿Por qué aquí todos son felices y en la otra sala son desgraciados, si todo es igual?

Dios sonrió.

ES MUY SENCILLO. AQUÍ HAN APRENDIDO A DARSE DE COMER UNOS A OTROS.

Recuerden “el que tiene un porqué, es capaz de soportar cualquier como”

Aun, aquí y ahora que estamos en derrota transitoria pero nunca en doma.


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