OPINION

Cosas de niños

Juan Pedro Rivero González | Jueves 30 de enero de 2020
Nunca más se debería repetir el movimiento de xenofobia, ideológicamente justificado, que hizo posible el intento de exterminio de los judios, junto a otros grupos y minorías, durante la Segunda Guerra Mundial. Esa página de nuestra historia contemporánea es de las que menos orgullosos debemos estar; tal vez de la que más avergonzados deberíamos estar. El ser humano, capaz de heroicidades extraordinarias, es el mismo ser humano capaz de las atrocidades más miserablemente. El pasado lunes, día 27 de enero, se cumplían los 75 años de la liberación del Campo de Concentración de Ausvhich. Es la fecha designada para establecer la Jornada de la Memoria del Holocausto y de la prevención de estas situaciones en el futuro. Ojalá que esto no vuelva a ocurrir. Mejor: no siga ocurriendo en la piel de seres humanos que sean olvidados y empujados a la muerte por otros seres humanos.

En paralelo a esta conmemoración tuvimos la Jornada de la Infancia Misionera. El año pasado los niños españoles que participaron en esta jornada, recogieron más de dos millones de euros para otros niños de otros lugares que sufren las consecuencias del olvido internacional. Contemplando estas acciones uno recupera la esperanza en la humanidad. Pareciera que el pecado y la muerte no tienen la última palabra en esta historia construida por los nudos sociales de quienes la conformamos. Para algunos estos gestos no solucionan los problemas, son “cosas de niños”, mientras que las cosas serias son las de los adultos. Y yo siento que debemos retomar la inocencia infantil si queremos salvar este mundo de nosotros mismos.

Hay otras cámaras de gas, otros centros de internamiento en forma de “guetos”, otros rostros famélicos y encogidos por otros fríos internacionales. Otras formas de rechazo y olvido que nos hace cómplices a quienes lo sabemos y no hacemos nada. En la Alemania Nazi fueron alrededor de 6 millones de judíos los exterminados. Hoy alrededor de 200 millones de refugiados existen en todo el mundo. Personas que son circunscritas a un espacio sin patria y de los que oímos hablar pero sin saber muy bien dónde están.

La cámara de gas de una deuda externa cargada de intereses superiores al producto interior bruto de esos países que son, por tanto, imposibles de ser pagada, entrando en el bucle de una pobreza atornillada. Atrocidades repartidas por el tercer mundo que no tienen un Ausvhich concreto. Una esclavitud comercial que llega hasta nosotros en tiendas de productos baratos que abren las 24 horas.

Que cada uno vea si siente o no envidia a estas renovadoras acciones infantiles y si no envidia esas “cosas de niños”. Porque los adultos somos como somos...

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