OPINION

Calvos, pero no idiotas

Opinión mallorcadiario.com

Jaume Santacana | Miércoles 29 de enero de 2020

“Perdone:

- ¿Me podría describir al individuo en cuestión?

- Si, claro: es calvo; no tiene pelo.”

De esta manera tan sencilla se realiza la identificación de una persona que muestra –como característica física destacable- la ausencia de pelo en la parte superior del cuerpo humano, aquella que envuelve y protege el cráneo, o sea el cerebro, o sea, el pensamiento.

Cuando yo era minúsculo –que lo fui- pensé que los calvos (se les llamaba así…) no disponían de ideas: no tenían cabellos, por lo tanto, no podían razonar. Más tarde, entendí que esta idea entraba en el terreno de la más pura imbecilidad. Una simple frase me hizo cambiar radicalmente: “este señor, no tiene un pelo de tonto!”.

Me siento implicado en un punto concreto, en este proceso de alopecia: no soy, exactamente un “calvo” pero tengo el pelo, declaradamente, “suelto”, “desgranado”, “poco tumultuoso”, como el buen arroz. No soy una bola de billar, pero tenía yo unos cabellos rubios que daba gusto verlos paseando ligeros sobre mi inteligencia y que, hoy en día, se han convertido en una simple nostalgia.

Tengo, con mi poco pelaje, una cierta intención de hacer alguna cosa: un ¿ramenée? Mi maestro es Iñaki Anasagasti (portavoz, durante muchos años, del PNV en el Congreso de los Diputados) y la cosa consiste en conducir los escasos complementos capilares, des de un extremo del cráneo hasta la parte opuesta (visto desde un punto de vista cenital). En este viaje, es básico entender que los pelos viajan juntos pero no revueltos. Se trata de conseguir, entre ellos, un paralelismo real, exacto, preciso. Entre pelo y pelo, tiene que haber la misma distancia; poca, por supuesto.

He leído en un libro de autoayuda que la perdida de material capilar viene causado por un exceso de hormonas masculinas. No entiendo mucho de cosas farmacéuticas pero tengo la impresión de que me quieren comunicar que –como calvo y varón- soy demasiado macho; y, estas cosas, hoy en día están muy mal vistas. Parece que a los machos (animales irracionales incluidos) les enorgullece el hecho de presuponerles una gran dosis de masculinidad. A mi, la verdad, todo esto, no me produce ni “fu ni fa”. Me deja indiferente. Bastante trabajo tengo yo, en aguantarme firme sobre mi motocicleta que, no se crean, ¡no es tan fácil!

Además, si yo fuera tan macho, no circularía por la calle como si tal cosa. Me gustan las señoritas y, en algunas ocasiones, las señoras, también. Los calvos, curiosamente, somos considerados como individuos con un muy alto contenido erótico, o sea, personas de alto riesgo circunstancialmente sexual, con perdón. Todo consentido, por supuesto.

Es triste, pienso, que por culpa (o a causa de) ir sobrados de masculinidad, se nos tenga que caer el pelo. El tema de la calvicie y el erotismo tiene su gracia; o, por lo menos, su sonrisa. Dicen que los calvos somos gente “erótica”: esto que quiere decir, que ¿vamos sobrados o bien que vamos “salidos de madre”? Yo, personalmente, voy por la calle, y las mujeres (disculpas por la expresión: que feo esto de decir “las mujeres”) no se me abrazan, por decir algo!.

El actor cinematográfico Yul Briner se peló y triunfó. Lo encontraban guapo. Nikita Krushev (líder del Partido Comunista de la ex URRS) se rapó la cabeza para iniciar una etapa de mayor transparencia por aquello del comunismo que ya daba síntomas de decadencia.

Hubo, ya no, unos individuos, autoproclamados skin heads, que exhibían unas cabezas rapadas totalmente: nunca me parecieron excesivamente inteligentes. A veces, excesivamente estúpidos; y, algunos de ellos especialmente violentos.

¡Sansón y Dalila! Cuántos recuerdos bíblicos...

Ha habido siempre personas que han creído que la “frente despejada” era síntoma, de mente preclara. Opinan, este tipo de gente, que –al no haber “estorbos capilares” alrededor del cerebro- las ideas fluyen de un modo mas directo y natural; que al pensamiento no le va nada mal que le toque el aire. ¡No está mal visto!

No suelen ser considerados gente simpática, los calvos. Por lo menos, de entrada, en una primera impresión: se les considera (como a los catalanes) fríos y calculadores. Algunos personajes “asesinos” son representados, en las pantallas –televisión y cine) por actores escasos de pelo. Los calvos no aportan confianza: nunca, nadie, ha representado a Jesucristo, sin pelo!!! Curioso!

Lo único seguro es que dentro de cien años todos calvos.