El último día del mes de noviembre del año en curso, 2019, se celebró en la ciudad de Igualada, comarca de l'Anòia, Catalunya, a unos sesenta kilómetros de la capital catalana, la gala de clausura y entrega de premios del Festival Zoom dedicado a formatos televisivos. El citado evento, en su 17ª edición, creció cualitativamente y de ser un acontecimiento que abarcaba, solamente, el area de ficción -y más concretamente centrado en TVMovies (películas rodadas expresamente para televisión; sin entrar en los circuitos de distribución y exhibición en salas cinematográficas) así como también en mini-series (series con pocos episodios)- pasó, este año, a incluir en su contenido formatos de otros géneros televisivos tales como informativos, entretenimiento, deportes, documentales, etc. con el encabezamiento “Festival Internacional de contenidos audiovisuales de Catalunya; Formatos TV&Internet”.
Este festival ha sido y es -por su ya casi longeva andadura- un ejemplo vivo de organización y brillantez talentosa. No es nada fácil, hoy en día, descentralizar cualquier evento que intente sobrevivir fuera de la capitalidad acaparadora que, en este caso, sería Barcelona. La Ciudad Condal (por tópicos que no quede) absorbe -y de qué manera- cualquier síntoma de lucimiento sea del tipo que sea, cultural, congresual, internacional, político, empresarial... Barcelona navega, actualmente (básicamente después de sus celebrados Juegos Olímpicos de 1992) en un rumbo acelerado que la ha llevado a la cúspide del turismo mundial y, si me apuran, planetario. Hoy, la antigua Barcino se ha convertido en una especie de cuartel general de los guiris internacionales y, a su vez, va desterrando, lentamente, a sus pobres oriundos que -lejos de ver que su ciudad está a su servicio- contempla como la gerintrificación les va echando de sus calles, plazas y monumentos.
Es por ese motivo, entre otros, que tiene un enorme mérito el reto, conseguido, que la ciudad de Igualada (pero “nunca superada”, como dicen ellos con notable y sincero orgullo) lidere un acontecimiento como el que estamos relatando. Existe en la realidad del proyecto inicial una colosal fuerza de voluntad por parte de sus veteranos organizadores Anna Cervera y Jordi Comellas que han entregado sus más valiosos esfuerzos y talento a conseguir darle al evento un carácter verdaderamente más allá de nuestras fronteras; y, lo más difícil, a imprimirle un sello personal y perdurable en el tiempo.
La organización que actúa como cadena transmisora del buen funcionamiento del festival está formada por (a parte del equipo de codirección citado) otras muchas personas que le aportan interés, savoir faire y experiencia a raudales; y además y sobre todo, ganas de contribuir al perfecto desarrollo del mismo. Año tras año, eso sí.
La guinda del éxito del festival surge cuando destaca la indiscutible calidad de los productos que se presentan a su muestra y, consecuentemente, al juicio de los diversos jurados establecidos a tal efecto.
De manera que -y lo digo con una satisfacción que no puedo ni quiero ocultar- sí (que) se puede volcar ilusiones y esfuerzo en un proyecto realizado lejos de la Gran Ciudad contando con ingenio, inteligencia, agudeza y capacidad de trabajo.
Zoom: ¡muchísimas felicidades y el mayor deseo de que “tu” continuidad forme parte del éxito obtenido y merecido. “Mucho merecido”, como diría Marianito Rajoy.
PS. Por cierto -y a beneficio de inventario- ya pueden ir aprendiendo los organizadores de grandes premios como los Goya o los Gaudí: la ceremonia de clausura y entrega de premios del Zoom (con escasos recursos pero bien colocados) fue magnífica. Sencilla, modesta, divertida y con la brevedad en su punto justo. Guión eficaz, inteligencia, ironía y acierto. ¡Olé, vosotros!