Las claves del fenómeno contracultural del progresismo y la forma en que ha acabado destrozando la cultura y moral occidentales son los nuevos dogmas de esta líquida sociedad . El progre actual es el nieto del marxista clásico, igual de sectario que aquel.
El progresismo es una religión. Laica, pero una religión al fin y al cabo, con sus dogmas, sus numerosas congregaciones, sus profetas y sus verdades reveladas. Tal vez por ello, los nuevos agoreros de la progresía se atreven a dictar al mundo diariamente cómo debe conducirse. Sin embargo, por alguna extraña razón, ninguno de los referentes intelectuales de la progresía contemporánea se siente obligado a observar en su conducta privada aquello que exige con tanta fiereza a los demás.
El problema es que los que se envuelven en la bandera de ese supuesto progresismo, lo que realmente hacen es divulgar unas ideas contrarias a lo que ese progreso se supone.
Esta dictadura progre está tan extendida por los medios de comunicación, por los ambientes intelectuales, por la educación, que actúa prácticamente como una dictadura silenciosa. Al hablar de dictadura, evidentemente no estoy hablando de un sistema político al uso, como se entiende normalmente, sino a esa especie de medio ambiente cultural opresivo que trata de imponer sus dogmas como una verdad de fe.
Los efectos de esta dictadura progre son tan perniciosos que cuando se ponen en práctica, sobre todo cuando se llevan a la práctica desde el poder, ocasionan todo este tipo de desastres sociales. Es lo típico del comportamiento adolescente, de gente que a pesar de tener sus años, sigue con los rasgos y las conductas de los adolescentes. Claro, la diferencia es que los adolescentes, aunque hagan muchas barbaridades, siempre están sus papás detrás que al final lo solucionan; el problema es cuando a estos tardíos adolescentes los pones a dirigir a una potencia mundial, el desaguisado puede se monumental y así lo estamos viendo.
El problema es que algunas cosas que se están haciendo en política española van a tener difícil marcha atrás; pero los españoles, hemos sobrevivido a muchos desaguisados , pues este tampoco va a ser tan duro. Pasaremos la prueba.