A cada semana que ha trascurrido el panorama es más preocupante. Ya no se trata de seguir la senda de la codicia de una serie de personajes, saturados sus currículos de la nada, sino de lo que nos anuncian que tienen preparado para un futuro más o menos inmediato. En gran medida, las exigencias de los pro catalanistas ni tan siquiera debieran haber visto la luz si, enfrente, hubiese un político con el sentido común de la responsabilidad que implica el cargo al cual aspira. Pero, no, para el socialista Sánchez, no aspira al cargo, en si mismo, sino a trasformar la historia de este país girándolo como a un calcetín. Y para ello nada lo obstaculizo en su codicia. El pacto con su socio preferente es tan nefasto en el fondo como en las formas. Perdidos votos por ambos compinches, sin consideración alguna hacia el jefe del Estado, se abrazaron con tanto impute como fruición. Y el Rey, en Cuba, soportando los restos de una ideología que hace años cayó en el ocaso, después de millones de muertes dejadas en las cunetas.
Y si el diktac que se mencionaba la semana pasada, da escalofrío, más lo producen los anuncios que le han seguido. Ya no se trata de disimular, sino de declarar directamente que el objetivo no es la vicepresidencia, sino el destrozar el actual régimen de monarquía parlamentaria. Sin problema alguna. La hipocresía entre sus discursos pro-gente, pro-marginados, y su ritmo de vida, con trato especialísimo al trabajador, es todo un síntoma de lo que se guarda en su saco; conseguir que todos los otros trabajen para que los hombres y mujeres del partido mantengan su maravillosa vida, con edecanes, escoltas, criadas y chóferes. Si tuviesen un mínimo de decencia no proseguirían con su pacto con un partido político que, solamente ha dejado de robar los cuarenta años de Franco, superándose con los ERE de Andalucía. Aunque no resulta extraña esa doble vara de medir, la de la Gurtel y la de los ERE para Iglesias, el PP roba, el PSOE, reparte para comprar votos. Esa es la diferencia que enmascara la hipócrita codicia de Pablo al cual se abraza efusivamente Pedro.
Por descontado que, si no contase con la de su socio socialista, nada de eso sucedería. Pero, Sánchez, Iceta, Lastra, Ábalos, van a vender España a cambio de ocupar el gobierno. Y el precio será carísimo. De principio humillarse ante los rebeldes catalanes, después la nación catalana instaurada, la vasca acto seguido, la amnistía de las sediciosos con la asistencia de los magistrados al estilo Conde Pumpido, la aceptación del referéndum de independencia catalana, sin que los españoles podamos hacer otra cosa que la reverencia japonesa, ante la presencia del emperador Sánchez.
¡Si hasta se lee que Puigdemont podrá ejercer su política desde la cárcel! Y ello mientras Iceta reclama que toda España hable o estudie catalán, cuando el español no puede estudiarse en todo el territorio. Es la inmersión política catalana que ya se aproxima a la República valenciana y se expande sobre los territorios de esas islas. El nacionalismo no tiene tope primero la republica catalana, luego la valenciana y después la isleña. Todo con la ayuda del mediocre socialista coadyuvado por media docena de políticos, nacionalistas pro paissos catalanes, que desde hace cuarenta años siguen obteniendo el mismo número de votos. Pero ello les importa poco. Ellos lo que desean es el ocupar el lugar que les permita aplicar su totalitarismo ideológico, aunque sepan que miles de ciudadanos no comulgan con sus ideas. Cuentan con un hecho absolutamente lamentable, la pasividad, la indiferencia y la incapacidad de respuesta contundente de sus adversarios políticos. Sin embargo, tanto da, lo importante es que se tenga la mamandurria asegurada por ello, que remen los otros. Pero los otros no reman, los otros reciben miles de euros para alimentar la secesión de estas islas y el odio a España. Y luego, esos mismos, son los que hablan de totalitarismo en las instituciones, cuando resulta que, si no estás de acuerdo con sus discursos, sus alegatos, eres un fascista, es decir, la réplica está prohibida. Es el típico ejemplo explicativo del totalitarismo; absorber en sí mismo la nación, la sociedad, la familia, las comunidades religiosas y las mismas personas.
Y, por desgracia, poca esperanza hay de cambio, de controversia, cuando se contempla el panorama de quienes se supone deben defendernos del totalitarismo socialista y comunista y nacionalista. Tristeza mucha tristeza, no propia, sino para las generaciones futuras. Pero, eso es lo que desea para España la codicia nacional social-comunista, y lo que consiente la desidia de los que puede que tengan otra idea de nuestra patria, pero son inútiles a la hora de hacerla prevalecer. Igual, en el fondo, todos son iguales; unos ven el precipicio al cual nos encaminan y sonríen, los otros, ni quieren verlo. Y el espectador, atónito, contempla como, merced a la estrategia de una sola persona, España, en estos momentos, va camino de ser gobernada por media docena de chantajistas, otra media de codiciosos y un mentiroso compulsivo al son de una sardana. Aunque, es posible que al desastre se le conozca por otro nombre, elecciones.