Si me hubiera propuesto como meta en mi vida viajar seguramente no habría viajado tanto como lo hago. Escribo por enésima vez un artículo sentada en un avión esta vez con destino a Paris, y me pregunto si la inspiración entre nubes es más creativa que la de pie en tierra, al fin y al cabo desde arriba se tiene que ver todo con mas perspectiva y objetividad.
Desafortunadamente lo veo todo exactamente igual que la semana pasada y la nueva convocatoria electoral me parece un estrepitoso fracaso que nada tiene que ver con el fracaso de una negociacion sino mas bien con el fracaso de nuestro sistema democrático.
Una democracia que permite que ocupen escaños personas capaces de insultarse mientras se manifiestan pancarta en mano en pro de algún derecho fundamental, no es una democracia sino un error simple y llanamente. Una democracia en la que ningun cabeza de lista es capaz de sonrojarse ante los ciudadanos reconociendo su propio fracaso es una democracia de comic.
Lo mas dramatico de todo ello es que, no solo nos hemos acostumbrado a que sea asi sino que incluso damos por hecho y aceptamos que no tiene remedio. Ha llegado ese terrible momento en el que no sabemos si es peor ir a votar o no hacerlo y digo terrible porque no hay peor evidencia de la quiebra de un sistema social consolidado que la manifestación de la impotencia y desilusión colectiva.
De esa impotencia y desilusión se nutren los buitres y demás especies carroñeras que, en la esfera política, se disfrazan de salvadores de cualquier cosa y regalan discursos extremistas como si fueran caramelos de fresa porque saben que hay gente desesperada que los agradecerá.