Hasta en tres ocasiones, el actual presidente en funciones, Pedro Sánchez, se ha presentado en la tribuna del Congreso de Diputados sin tener comprometida una mayoría suficiente para su elección. Una antes de la moción de censura que derribó a Rajoy y otra después. En dos salió trasquilado. Por ello, ejerce la presidencia en funciones de la anterior legislatura y gobierna con los presupuestos consensuados entre Cs y PP, prorrogados.
La próxima semana, se enfrenta nuevamente al dilema de enfrentarse a una sesión de investidura incierta, con riesgo de resultar fallida, con los mismos fantasmas del pasado o a convocar directamente elecciones. Ha estado más tiempo en campaña, volcado en colocar su aparato político en el Gobierno y en las administraciones del estado o de vacaciones que gobernando. En realidad es donde se le nota más cómodo.
Independientemente del pendular estado de opinión publicada, no se duda de los apoyos tácitos o explícitos de los partidos nacionalistas y separatistas. La dependencia parlamentaria y la falta de principios de la parte del PSOE que lidera Sánchez facilita el relato de los independistas y aglutina los objetivos de los que ven con buenos ojos una España dividida y frágil.
Sin embargo, no contaban con la fuerza desestabilizadora que provoca la íntima enemistad entre Sánchez e Iglesias y la firmeza de los neocomunistas en convertir sus votos en poder. Las premeditadas acciones de marketing político diseñadas con precisión por los potentes asesores áulicos del gobierno en funciones están paralizadas. Daban por hecho que UP no tenía los arrestos, ni la valentía ni la capacidad de maniobra para no apoyar un gobierno monocolor del PSOE. Daban por hecho que les volverían a quitar la cartera sin rechistar. Infravaloraban la capacidad de un debilitado Iglesias de mantener la propuesta de entrar en el gobierno hasta el punto de poner en juego la presidencia de Sánchez.
La situación se ha convertido en un mercadeo que no ha pasado desapercibido a los ciudadanos. A fecha de hoy, por sus expectativas, al PSOE le interesa más garantizar que la opinión pública culpabilice y penalice a UP, a su socio preferente, hasta hundirlo, de la responsabilidad de realizar una nueva convocatoria electoral, que cualquier otra variable.
Esta es la nueva política. No es de extrañar que los ciudadanos miren con desconfianza y preocupación la acción política, que la mediocridad y las campañas mediáticas se conviertan en los protagonistas del día a día, que la economía se desacelere, que el paro aumente, que los desahucios se disparen y que las comunidades se queden en números rojos, desconociendo los ingresos con los que contarán en 2020 para preparar sus presupuestos, después de un año con una deuda asfixiante.
No hay dos sin tres. El dicho popular recuerda las palabras de Paulo Coelho: “lo que ocurre dos veces ocurrirá, invariablemente, una tercera vez”. Esta puede ser el final de la actual ópera bufa si antes no se convocan elecciones. Según lo visto, los ciudadanos ni sus problemas son prioritarios. El debate se ha centrado entre la interinidad o el desgobierno. Buen finde.