OPINION

La trampa del lujo

José A. García Bustos | Sábado 30 de marzo de 2019
Los avances de la humanidad se han hecho para vivir mejor pero acabamos siendo esclavos de ellos. Caemos en la trampa de la dependencia del lujo.

Lo que debería ser un mayor grado de bienestar acaba siendo una necesidad.

Hace no mucho tiempo vivíamos con en teléfono fijo y esperábamos a llegar a casa para saber de nuestros seres queridos. Hoy en día nos desesperamos si tardan en contestar el mensaje recién enviado o si vemos el doble chequeo en azul y no obtenemos respuesta.

Hace no tanto escribíamos una carta en papel y esperábamos días en obtener respuesta. Estábamos programados para esperar. Hoy en día nos puede la impaciencia y preguntamos a las dos horas si se ha leído el email no contestado.

Somos esclavos de nuestras, cada vez más, exigentes expectativas y la insatisfacción crece al no conseguirlas. Somos esclavos, pues, de nosotros mismos.

La trampa de una vida mejor que acaba siendo peor por la mala ejecución, también se da en lo laboral.

Pensamos que echando horas y horas alcanzaremos nuestros sueños pero, sin darnos apenas cuenta, pasan los años y sí, ganamos más dinero, pero vivimos con la soga al cuello para sufragar los pagos de nuestra "mejor vida". Me refiero a la hipoteca para el casoplón, los impuestos, los buenos colegios para nuestros hijos, la televisión de plasma, el último iPhone y los más de dos coches por familia que tenemos.

Eso sí, echando tantas horas ayudamos a alcanzar los sueños de otros.

La felicidad está en las pequeñas cosas y se encuentra dentro de nosotros mismos. En nuestras expectativas de vida.

Conformarnos con lo que tenemos y ver las mejoras como un lujo, y no una necesidad, es un gran paso para lograrla.

Si nuestros tatarabuelos y tatarabuelas levantaran la cabeza y vieran que ni con lavavajillas, aspirador, lavadora, la nevera llena con productos que traen a casa, todo un mundo de información en el smartphone, una tele en la sala y otra en la habitación con las mejores series a un click del mando, somos felices, se llevarían las manos a la cabeza. Tampoco entenderían el alto grado de ansiedad, insatisfacción y depresión que se da hoy en día.

Ellos eran felices llevando algo de comida a su estómago y al de su prole y pudiendo dormir la siesta a la sombra de una buena higuera en verano.

La felicidad está dentro de nosotros y en nuestras exigencias. Simplemente hay que saber bajar el listón. Y lo dice alguien que, mirando para atrás, se da cuenta de que ese día no fue a clase y acabó suspendiendo esa asignatura. Al menos la clase práctica. Y eso que fui a un buen colegio.

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