OPINION

Supervivencia

Francisco Gilet | Miércoles 13 de marzo de 2019

«La familia es la derrota de las mujeres», por ahí circula la sentencia surgida de la boca de una exministra socialista llamada Carmen Montón. El objetivo del socialismo, de seguir a la exministra, es diáfano. Y mucho más si comprobamos la cristiano fobia que circula por todas sus filas, junto con una persecución encarnizada de todo cuanto huela a escuela no pública. Y entre tanto esa política se aproxima a grandas zancadas, prenunciadas por una ministra que se declara católica, apostólica y no sé si romana, la sociedad española contempla la disminución de nacimientos y el incremento de fallecimientos, propiciando un envejecimiento de la población, que, socialistas y comunistas pretenden subsanar mediante la inmigración masiva. Y en medio de todo ello, la mal llamada interrupción del embarazo alcanza cifras tan escalofriantes como 258 abortos diarios, que significan un aborto cada cinco minutos. Y como colofón de la estadística, Baleares alcanzó la mayor tasa de abortos, con un 13,94 %, de todos practicados en las restantes comunidades, incluido Madrid y Barcelona. Un récord absolutamente lamentable, que no puede enorgullecer sino a aquellos que, siguen la senda de la exministra Montón, con compañía de carteles exhibidos en el 8M, de la guisa de «No quiero tu piropo, sino que te mueras». Es el derecho al aborto implantado por el nefasto ZP que siguen sus conmilitones, sin escrúpulo alguno.

Si a tal visión de la sociedad le añadimos la opinión de los expertos, resulta, que la baja natalidad no solamente surge del incremento de los abortos, sino de las escasas ayudas para conciliar la vida laboral y la «asesina» vida familiar, junto con una precariedad en el empleo y escasas ayudas y permisos a la maternidad.
Y mientras tanto, como si fuese la panacea de todos los males, Sánchez anuncia, ya en plena campaña electoral, que establecerá un complemento a la ayuda autonómica de 100 € por hijo, con la cantidad de 28 €, hasta los tres años. Es decir, todo lo contrario de Alemania; la madre alemana recibe una ayuda directa de 180 € mensuales por hijo, hasta los 18 años o la emancipación. Ayuda que, sumada a las asistencias para guarderías, trasporte…, alcanza los 300 euros mensuales, por hijo.


España envejece ― con una esperanza de vida de 83 años y ocho nacimientos por mil habitantes ― y los partidos políticos, en plena vorágine electoral ― apropiándose algunos de las manifestaciones anti patriarcales, anticapitalistas, anti machistas, anticatólicas, anti matriarcales, y pro, feministas, abortistas, lgtbi y confluencias ―, siguen instalados en lo políticamente correcto, propiciador de su supervivencia. Mientras tanto, Croacia ofrece un salario maternal del 100 por cien durante 58 semanas, Suecia 16 meses, compartibles entre padre y madre, con el 80 % del salario, y Noruega, con el Reino Unido, brinda un salario del 90 % por un permiso de 315 días. El camino para no seguir en ese suicidio generacional parece evidente; incrementar los incentivos a la maternidad, en todos los órdenes. Incluido el afectivo, estableciendo políticas de aprecio a la maternidad, como don de vida.

Otra promesa electoral que parece sumida en el olvido es la puesta en funcionamiento del cheque escolar, concepto que aterra a la Celaá y compañía. Este sistema de ayuda a las familias significa, no solamente un valor añadido a la libertad de elección de centro docente por parte de los padres, sino un incentivo a la competitividad y excelencia en la calidad educativa. Los padres, libres portadores del coste de la enseñanza, elegirían el centro que estimasen más conveniente para la educación integral de sus hijos. Y, aquellos centros que adoctrinen políticamente, o incluyan ideas pro-independencia catalanista o estimen que la pornografía es un bien para el alumno, o, incluso, aquellos en los cuales, exclusivamente, debe mearse en catalán, quizás viesen sus aulas vacías. Obviamente, tal medida representaría una completa revolución en el sistema educativo, como sucedió en Holanda, Dinamarca y Suecia, Canadá, Chile y Colombia, Japón, Nueva Zelanda y Gran Bretaña, e incluso Milwaukee. Sin embargo, resulta indeseable para toda ideología a la que repugne la senda de la libertad docente, de la defensa de los valores liberales, del reconocimiento a la responsabilidad y derecho primario de los padres a elegir la educación para sus hijos. El Estado pasaría de elegir la educación de nuestros hijos a simplemente pagarla, gracias a nuestros impuestos.


Por desgracia, simplemente anunciar tales medidas, está fuera del alcance de una clase política que ha convertido su función en un medio de supervivencia personal. Las mismas caras, los mismos gestos, los mismos guiños y, en el fondo, la misma hipocresía. Si hasta la mentira más soez deja sus pisadas en las moquetas de palacios, si hasta los salarios de la pareja son secretos de Estado, si hasta los pactos nacen en sótanos lúgubres, si el «otro» merece la muerte, si los debates se rehúyen por razones electorales, hurtándose al ciudadano con ello la sapiencia, la capacidad, la experiencia, la decencia, la preparación de los candidatos. Se deserta de la exposición del bien común para asegurarse el personal. Y, a ser posible, y siempre suele serlo, el del cuñado, del primo, de la pareja, e del marido. Esa es la real y única supervivencia ambicionada.

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