OPINION

La ocasión la pintan calva

Jaume Santacana | Miércoles 28 de marzo de 2018

Debo confesarles que soy un ferviente y acérrimo admirador y defensor de la paremiolgía (la disciplina que estudia los refranes). Siendo muy consciente del poco rigor que se desprende de una simple frase, -en muchos casos de tipo metafórico y en otras ocasiones rozando la paradoja- sí creo en el fiel reflejo de la realidad empírica que evidencian unas cuantas palabras que conforman uno de estos refranes de índole claramente popular. Y bien, siendo cierta la escasez de firmeza erudita, no es menos cierta la consistencia y la robustez de las afirmaciones que revela un buen refrán. Se trata de la famosa sabiduría del pueblo, aquella cultura de la experiencia que emana de la observación de la realidad desde un punto de vista básicamente pragmático. En muchos de los refranes, el humor tiene cabida en un lugar preeminente. La ironía e incluso la sorna revierten la gravedad que contempla una sentencia determinada, la dulcifican y la trasladan a la comprensión de la gran mayoría de ciudadanos; al universo de la gente. Los refranes acostumbran a ser una especie de antología oral y escrita de la realidad pura y llana, de los efectos de la naturaleza, de las virtudes y defectos de los hombres y las mujeres, de un cierto paisaje, del comportamiento humano; de casi todo.

Para los amantes de la etimología, -la especialidad lingüística que estudia el origen y la procedencia de las palabras y que deriva del griego etymós (auténtico, verdadero) y logía (tratado, estudio)- debo aclararles que la palabra “refrán” proviene del vocablo francés refrain (y, a su vez, del latín refringere), que significa “sentencia breve”, habitualmente compartida por una comunidad, que promueve la reflexión, transmite una enseñanza o sirve como ejemplo.

Y ahora -después de estas breves reflexiones sobre los refranes, su mundo y su influencia- me siento obligado (con sumo placer, eso sí) a comentarles uno de ellos que, desde siempre, me ha tenido en vilo hasta hace escaso tiempo, justo cuando descubrí su significado y su procedencia. Me refiero a un refrán que toda la vida me había caído simpático, aun desconociendo su valor. Voy a hacer un juego: yo les escribo el refrán y ustedes deben adivinar su contenido real, su concepto y su razón de ser. El refrán en cuestión reza: “la ocasión la pintan calva”. Ahora estrújense el cerebro.

Les dejo un rato para pensar:

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RATO PARA PENSAR

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Efectivamente. En su significado, todo el mundo ha acertado. No era complicado: en momentos determinados, la vida te ofrece algunas posibilidades que pueden mejorar tu bienestar. Hay que saber escoger con decisión y determinación. Las oportunidades hay que saber aprovecharlas cuando se presentan; sólo pasan una vez.

Ahora bien, sólo uno de ustedes ha conseguido atinar sobre su procedencia: en el mundo romano existía la diosa Ocasión (también conocida como Oportunidad). Se la representaba como una hermosa mujer de preciosa y larga cabellera que le cubría el rostro pero que dejaba lisa, sin pelo, calva, la parte de atrás de su cabeza, la nuca. Tenía alas y sus pies se aposentaban sobre una rueda en movimiento. Así pues, la oportunidad había que cogerla por la cabellera, con agilidad, con decisión y con celeridad, ya que, una vez que terminara de pasar la mujer (que estaba en movimiento), no había manera ni posibilidad de volverla a agarrar por la nuca. No había por dónde asirla.

Desde aquí, mi más sincera felicitación al lector que ha logrado acertar la pregunta.

Espero que aquellos que ignoraban esta historia den muestras de agradecimiento al autor de este artículo por haber podido aportar nuevos datos a su baúl cultural.

Siempre se agradece una ampliación intelectual.