OPINION

Faltan monos

José Luis Mateo | Jueves 21 de septiembre de 2017
Cuántas veces habremos visto las diversas representaciones de tres simpáticos monos, uno de los cuales se tapa los oídos, el otro la boca y el otro los ojos. De hecho, podemos ver a estos divertidos primates entre los emoticonos de nuestros teléfonos y ya los utilizamos con total naturalidad para comunicar nuestro estado de ánimo en un momento determinado. Estos tres personajes tienen su origen en una escultura tallada en madera que se encuentra en el santuario sintoísta de Tōshō-gū, en la ciudad japonesa de Nikkō. Su mensaje original no podía ser más claro: no escuchemos lo que nos lleve a hacer malas acciones, no veamos las malas acciones como algo natural y no hablemos mal sin fundamento. El primer mono se llama Kikazaru, y opta por taparse los oídos haciendo frente a las informaciones que son negativas y perversas, que pueden romper su equilibrio. No se trata de una actitud cobarde, sino que trata de dejar a un lado la información inútil y dañina para proteger su integridad. En cuanto a Iwazaru, se tapa la boca mostrando la necesidad de no trasmitir el mal, de no divulgar rumores y no herir con datos que ni son ciertos ni buenos ni útiles. En cuanto a Mizaru, el mono ciego, representa una invitación directa a cerrar los ojos ante lo que no sirve, ante lo que no es útil y ante lo que es esencialmente malo.

Es una bonita historia que nos recuerda cosas sencillas pero no por ello menos importantes y, francamente, no siempre fáciles de poner en práctica. Todos sabemos qué información nos hace daño, nos remueve por dentro y provoca en nosotros sentimientos negativos. También somos conscientes de aquello que decimos y que, de manera inevitable, hace daño a los demás. Y, por último, también sabemos cuando nos metemos donde nadie nos llama, cuando vemos más de lo que debiéramos y terminamos contaminados, sucios por dentro. Insisto, no es fácil no escuchar aquello que nos puede hacer actuar mal, ni evitar hablar sin tener fundamento, ni rechazar ver las malas acciones como algo natural.

Podría seguir hablando de equilibrio durante horas, pero lo que está sucediendo en Cataluña en estos últimos días nos altera a todos, nos coloca en una situación no vista hasta la fecha y, en mi caso particular, me provoca un profundo sentimiento de tristeza. Como hijo de catalana, hermano de quien tiene ya esa vecindad civil, cuñado y tío de maravillosas personas naturales de Barcelona, me niego a que nos enfrenten. Creo sinceramente que Cataluña no está financiada correctamente, sobre todo si ponemos sobre la mesa regímenes tan peculiares como los que encontramos en el País Vasco o Navarra. Eso sí, no es la única Comunidad Autónoma con problemas de financiación. Creo también que en ocasiones se ha fomentado una sensación de enfrentamiento que, sin duda, está yendo en aumento y no presagia un final feliz. También creo que todos los que vivimos en comunidad somos capaces de ver lo peor en los demás, escuchar aquello que sabemos nos va a doler y a molestar y transformarlo en malas acciones o, cuando menos, en actos inútiles que no llevan a ninguna parte.
Personalmente, y sin querer entrar hoy demasiado en el fondo de la cuestión, sí me atrevo decir que éste, desde luego, no es el camino. Espero de todo corazón que esta situación cambie y las cosas se tranquilicen. Basta de poner límites, líneas rojas y tratar de saltarnos las normas que nos hemos dado entre todos. Resulta del todo contradictorio buscar la democracia a través del incumplimiento de la ley. No cabe un referéndum ilegal. Se yerra el tiro. Cataluña no es menos que nadie, pero tampoco está por encima de ninguna otra comunidad de nuestro país. El Estado de Derecho debe encargarse de recordar esto a todos (incluidos los grupos antisistema que tanto están disfrutando con toda esta situación) Mientras tanto, sigo triste. Triste porque estoy seguro de que nadie quiere esta situación y todavía muchos nos andamos preguntando qué se ha hecho tan mal como para encontrarnos hoy aquí. Eso sí, una cosa está claraha faltado escuchar, ha sobrado bravuconería, se han dicho cosas hirientes y se ha actuado muy mal. Sobra contaminación, información falsa y mucha falacia. Sobra eso y faltan monos.

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