OPINION

El sexo débil

Jaime Orfila | Sábado 08 de julio de 2017


La mortalidad entre hombres y mujeres no se equilibra hasta los 75 años. Hasta la séptima década de la vida, el número de varones fallecidos supera, con creces, al de mujeres. Ni que decir tiene, obvio, que las mujeres son más longevas. Esta realidad se expresa con rotundidad en el número de nonagenarias; mayoría absoluta.

La mayor resistencia de las féminas se mantiene en todos los tramos de edad. En la mayoría, se mueren casi el doble de hombres que de mujeres. Sin embargo, la diferencia es abrumadora entre los 15 y los 30 años de vida. En el último año registrado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 2015, el 70% de las personas jóvenes fallecidas fueron hombres.

De hecho, las causas prioritarias de muerte también son asimétricas. El cáncer se ceba con los hombres por encima de las enfermedades circulatorias y en las mujeres el porcentaje se invierte.

Entre los jóvenes, las muertes no naturales, vinculadas a los accidentes de tráfico y a los suicidios, son las más frecuentes. Son mucho más frecuentes entre varones. El suicidio es la causa más habitual de muerte entre adolescentes y veinteañeros. Las cifras se mantienen a lo largo de los años.

El estilo de vida y la realización de actividades más arriesgadas, por si solos, no pueden explicar estas diferencias. Profundas razones socioculturales que se me escapan deben revelar porque 8 de cada 10 suicidios se da en varones.

Entre los adultos, las diferencias anatómico funcionales, la protección hormonal y la adaptabilidad pueden estar en el sustrato de diferencias tan amplias.

Ya lo decía Charles Darwin. No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que mejor se adapta a los cambios.

Por algo será