OPINION

Percepción sensorial

Joana Maria Borrás | Domingo 02 de julio de 2017

De un tiempo a esta parte el futuro de muchos “investigados” depende de la percepción sensorial, o dicho de otro modo, de la percepción de la actividad probatoria por parte del Juzgador, debido a la inmediación en la práctica de las pruebas testificales.

El Juez valora no sólo lo que el testigo dice sino también como lo dice, e incluso las circunstancias que, en su conjunto, pueden equilibrar o desequilibrar la balanza de la Justicia, porque de lo que se trata, en definitiva, es de eso: de hacer Justicia, aunque a veces no sea nada fácil Ley en mano.

En la actualidad la responsabilidad de quienes imparten Justicia se ve aderezada (y complicada en extremo), con la vorágine informativa (una moda relativamente reciente), y se ve amenazada además con la aparición creciente (como champiñones) de testigos de esos que, como contaba aquel chiste o lo que fuese: “El testigo no había estado nunca en el lugar de los hechos pero juraba haberlo visto todo, a diferencia de aquel que si lo había visto todo y juraba no recordar absolutamente nada”

En el ejercicio de mi profesión prefiero no tener que elegir entre cualquiera de esos dos testigos, a cada cuál peor. De ahí que quienes juzgan se vean obligados a afinar al máximo últimamente y hacer uso, con todos sus sentidos, de esa percepción sensorial que tan importante es, pues de ella puede depender que un investigado acabe dentro o fuera de prisión. Los testigos han comenzado a tener un poder más allá del que venían teniendo hasta hace poco.

Me preocupa que se “profesionalice” la calidad de testigo y haya quien pueda llegar a amenazar, jugando un juego infame, el correcto funcionamiento de la Administración de Justicia. Ahora más que nunca de esa percepción sensorial personal e inmediata del Juzgador depende que nuestro sistema no caiga en manos de los que creen que las marionetas pueden actuar fuera de los escenarios de cartón.


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