Cristóbal Montoro se guarda una zanahoria para el final de legislatura: bajarnos los impuestos. Lo anuncia el ministro, cuando llevamos medio año de la XII legislatura y tras haber superado la primera, aunque previsiblemente no la última, moción de censura. Si acaba agotándose esta legislatura, aun nos quedarían tres años y medio antes de ver la bajada de impuestos que el ministro de Hacienda se guarda en la manga en una clara y poco inteligente medida electoralista. No es el anuncio de la bajada de impuestos lo que da votos, sino los efectos de la misma.
En un momento en el que se ha recuperado el nivel de PIB de 2008, año de inicio de la crisis y tras haber tocado fondo en 2013 con un PIB un 8% menor al actual, hace falta una reflexión sobre la presión fiscal en España. A pesar de estar 7 puntos por debajo de la media europea, desde 2009 no ha parado de crecer el porcentaje del PIB que los ciudadanos destinamos al pago de impuestos en España. O, lo que es lo mismo, ha aumentado mucho más rápido lo que hemos pagado a Hacienda de lo que lo ha hecho la generación de riqueza. Nada menos que 4 puntos porcentuales (del 30,4 al 34,4%) ha aumentado esta ratio.
Una reducción de impuestos ahora permitirá dinamizar más la castigada clase media que ha sido la que ha pagado el pato de la crisis. Muchos han pasado de ser clase media a clase baja. Si lo hace ahora, la castigada clase media podrá disfrutar de los resultados de su política, señor Montoro, de aquí a final de legislatura y, a buen seguro, valorará haber acercado el ascua a su sardina o la zanahoria a su plato.
Pertenecen a las clases medias aquellos ciudadanos que tienen ingresos entre dos tercios y dos veces los ingresos medios. Los ingresos medios en España se sitúan en torno a 26.000 euros, según el INE. Entonces, se considera clase media aquel ciudadano que genere entre entre 17 y 52 mil euros al año. Pertenecen a ella, mayoritariamente, trabajadores que tributan por rentas del trabajo y por IVA, principalmente.
En un momento en el que los políticos hacen alardes continuos (y ciertos) de mejoras en las variables macroeconómicas, aunque no sean percibidas por el ciudadano medio, quizá sea un buen momento para hacer un guiño a esos trabajadores que han soportado los ajustes de la crisis como nadie. Quizá no haya una medida tan positiva para mejorar las expectativas de los trabajadores que aportarles mayor liquidez a final de mes y una sensación de que, esta vez sí, el optimismo macroeconómico también va con ellos. Mayor liquidez se traducirá en mayor consumo, motor importantísimo para generar riqueza.
La bajada de salarios sufrida por la crisis aporta más mérito a la clase trabajadora. El salario moda, esto es, el más frecuente en España se aproxima a 16.500 euros que en 14 pagas arroja un salario neto inferior a los mil euros. A principios de este siglo, ser mileurista era un insulto. Hoy es un halago.
Pero señor ministro, si se guarda la medida de bajar impuestos para final de legislatura, la sensación de liquidez de la clase media, su optimismo y, puede que su voto los recogerá el siguiente ministro de Hacienda. Señor Montoro, sea listo y saque ya la zanahoria. La clase trabajadora no necesita engañabobos sino una palmadita en la espalda después del sacrificio de estos años. Y, quitando casos extremos, no hay mayor ideología que votar al que te llena los bolsillos de manera justa. Viniendo de donde venimos, bastará una pequeña sensación de liquidez para gozar de su simpatía. A los de la amnistía ya los tiene contentos. Céntrese ahora en la clase trabajadora. No postergando la zanahoria, puede hacer más por los trabajadores que otros que se presentan abanderando su “lucha” de clases.