Jaime Orfila | Sábado 06 de mayo de 2017
La descentralización sanitaria tiene innumerables ventajas. La toma de decisiones en el ámbito comunitario tiene un plus de cercanía y de sensibilidad ante las necesidades de los pacientes que contribuye a la mejora permanente de la calidad del servicio sanitario.
Pero no es de recibo que los sistemas de información tengan lenguajes distintos en pleno siglo XXI. Que los documentos básicos de los historiales clínicos de un paciente atendido en Cuenca o Guadalajara no esté a disposición para ser asistido, en su destino vacacional, o desplazamiento laboral, en Tenerife, Valencia o Calvíà.
El chip de una tarjeta bancaria permita acceder, tecnológicamente, a tiempo real, desde hace 20 años, desde Almería, al centenar de euros que tienes en la cuenta corriente de Pontevedra. Sin embargo, todavía hoy, el chip de la tarjeta sanitaria emitida en Alcudia no te permite disponer, vía receta electrónica, al colirio prescrito para tratar el glaucoma, desde Santa Coloma de Gramanet.
Los ciudadanos de las distintas comunicadas autónomas están incomunicados por sus propias administraciones. Los estudios piloto y los ejercicios de interoperabilidad se vienen desarrollando desde antes que cayera el Muro de Berlín.
Puede ser legítimo el circo político permanente. Ahora no te apoyo en los presupuestos. Yo pido la secesión. A mí me interesa que el agua que brota en Santander no se pueda utilizar en Tarragona; yo acampo delante del Congreso, … pero mientras actúan, se divierten y defienden sus posturas, no estaría de más que hicieran la vida fácil a los ciudadanos.
La falta de vertebración entre comunidades no puede ser sólo atribuida al sistema, ni a la legislación, ni a la insuficiencia de medios. La voluntad política es gratuita. Pónganse de acuerdo en la implantación de los elementos básicos de la historia clínica y prestación farmacéutica…, y después, si quieren y pueden, sigan jugando.
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