OPINION

Envidia cochina

Vicente Enguídanos | Viernes 31 de marzo de 2017

Al tiempo que varias asociaciones de pacientes oncológicos se congratulaban con la noticia y la red sanitaria española se dotaba con 290 nuevos equipos de mamografía digital con tomosíntesis y aceleradores lineales avanzados para la diagnosis temprana y certera del cáncer, las redes sociales acogían toda una suerte de descalificaciones y exabruptos contra Amancio Ortega, propios de una sociedad acomplejada y ruin.

Las donaciones a la Fundación que lleva su nombre, como todas las que tienen por objeto el mecenazgo o la financiación de Entidades sin Fines Lucrativos, no están exentas de las deducciones fiscales previstas por la Ley, que alcanzan hasta el 40% de las aportaciones plurianuales, con un tope para el Impuesto de Sociedades del 10% de la base imponible del periodo impositivo. Con todo, los 320 millones que supone este acuerdo con todas las comunidades autónomas de España son bastantes más de lo que resultaría de aplicar la ratio de desgravación para un ejercicio en el que Inditex, compañía propietaria de Zara, ha obtenido unos beneficios record de 2.875 millones, tras crear 16.000 puestos de trabajo y repartir carca de 40 millones entre los trabajadores de sus más de 7.000 tiendas. Deducir que debe tener la conciencia intranquila, que su codicia es mayor que su fortuna, que los orígenes de su riqueza son ilícitos o que esta contribución no es nada en comparación con su patrimonio, es tan absurdo como un país que en lugar de reconocer el mérito de alguien, lo emplea para denigrarlo. Si la cifra aportada por la FAO, al margen de otros programas y becas, es el equivalente al 29% de los dividendos obtenidos por el industrial gallego este año, me gustaría saber cuántos críticos, tan cobardes como hipócritas, han desembolsado para fines sociales casi la tercera parte de su salario, que significaría una media en España superior a los 600€ mensuales.

Es obvio que las aportaciones dinerarias para este capítulo por parte de sociedades mercantiles también generan valor reputacional para el negocio y que la Responsabilidad Social Corporativa sería insuficiente sin el conveniente estímulo fiscal, pero desacreditar por capricho y malicia es demasiado frecuente entre nuestros conciudadanos. La envidia compite con la vanidad en el podio de los pecados capitales más arraigados por estos lares y no solo corroe a quien la padece, sino que hace mella en el que es objeto de la ponzoña que arrojamos, sin pudor ni recato.

Con la rapidez con la que encumbramos a ídolos con pies de barro, tratamos de zancadillear la estabilidad de quien ha logrado superar la media intelectual de su entorno y zarandeamos el esfuerzo con el que algunos consiguen el éxito, porque es más fácil derribar al adversario que imitarlo. Que el libelo le haga mella o le perjudique directamente, apenas le importa a quienes arrojan la piedra y esconden la mano.

No es de extrañar que nos costara encontrar una fotografía del empresario en 2001, para acompañar la noticia de la salida a bolsa de su imperio, porque un pueblo que difama e insulta al filántropo que le beneficia, aportando lo que no alcanza la iniciativa pública, no merece ningún respeto y es la prueba de que sufre una enfermedad más maligna que el propio cáncer, que ahora tendrá más difícil llevarse las vidas de 250.000 paisanos el año que viene.