OPINION

Amor incondicional

José Luis Mateo | Jueves 16 de marzo de 2017

Hace unos días que, a raíz de los mensajes publicados en redes sociales por una conocida periodista de investigación (¡qué cuidado tenemos que tener con lo que decimos y con lo que sentenciamos en tan solo ciento cuarenta caracteres!) se ha generado una interesante polémica en torno al hecho de tomar la decisión de tener hijos y en lo relativo a los cambios que esa decisión provoca en la vida de toda persona.

Vaya por delante que no seré yo quien critique, ni tan siquiera cuestione, el punto de vista de esta profesional que, ya en su momento, decidió compartir con el resto del mundo la evolución de su embarazo, el parto y los primeros momentos tras el nacimiento de sus dos bebés. De hecho, creo que ha completado una magnífica labor periodística conjugada en primera persona, con la dificultad añadida que supone el exponerte frente al gran público sin posibilidad de echarse atrás.

No obstante, es cierto que, si lo limitamos todo a lo grabado por una cámara, a lo dicho en una entrevista o a lo expuesto en un tuit, da la sensación de que olvidamos lo más importante, lo que de verdad hace que todo cobre sentido y nada de lo que puede alegarse en contra pueda llegar a discutir el mayor milagro del mundo. En definitiva, al tratar esta cuestión nos hemos quedado con el titular fácil, con el ruido de fondo, con lo que ha resultado más llamativo.

Sí, resulta incontestable que la única cosa que de verdad te cambia la vida, lo único que le da un vuelco indescriptible, aquello que vuelve todo del revés, lo que hace que el mundo tal cual lo conocías y que creías tener del todo controlado, con los tiempos perfectamente marcados, dé un giro inesperado es, sin duda, tener un hijo. Cualquier otra decisión que adoptes, por trascendente que pueda parecer, jamás tendrá su repercusión ni su significado. Nada resulta mínimamente comparable.

Cuando tienes hijos no se programa nada más allá de lo que tiene que ver con ellos, se paralizan ambiciones profesionales, se posponen viajes y eventos varios, haces cosas que no tiene explicación y sí…se duerme menos y tus biorritmos son los suyos. Pero esto…todo esto…no tiene ni la más mínima importancia. De pronto, lo que parecía ser el centro de nuestro universo para a ser absolutamente prescindible, accesorio y hasta inútil. Aquello que nos motivaba por encima de todo queda relegado a un segundo plano. Y lo que hace de este fenómeno paranormal algo maravilloso y único, es que tomamos conciencia de que es algo natural, normal. No es que de pronto estemos inventando la pólvora, ni mucho menos, pero en estas últimas semanas me ha sorprendido que se hable más de la falta de sueño y de la pérdida de calidad de vida que de lo que realmente sentimos los padres por encima de cualquier otra cosa.

Hablo en primera persona pero, sinceramente, creo hacerlo también, aunque sea un poquito, en nombre de toda madre y de todo padre. Cuando ellos nacen, se entiende al fin, sin necesidad de más explicaciones, lo que significa amar incondicionalmente, sin esperar jamás, nunca jamás, nada a cambio. Ellos lo son todo, lo significan todo y lo inundan todo. Claro que lloran, que no comen y que a veces no duermen…pero eso…eso no es noticiable, es pura anécdota. Lo realmente importante, el auténtico milagro es que de un día para el otro dejas el “yo” a un lado para siempre, de un plumazo. Son lo más grande. No se puede describir todo el amor que sentí por mi siempre santa esposa y por mis hijos en el momento de su nacimiento. No existen palabras que puedan siquiera acercarse a describir mínimamente lo que emocionalmente significa ser padre. Momento, por cierto, en que además vuelves a adorar a tus progenitores porque empiezas a entender… tantas cosas…

¿Eso significa que ser padre es sencillo? Por supuesto que no. De hecho, no creo exista tarea más difícil en este mundo para la que estemos peor formados. No obstante, esas carencias su suplen con esa magia indescriptible que nos convierte en algo especial. Me gusta mucho esa frase que dice “tomar la decisión de tener un bebé es trascendental: significa decidir que desde ese momento tu corazón empezará también a caminar fuera de tu cuerpo”. Creo que, en definitiva, se trata de eso. Tener un hijo es la máxima y más maravillosa manifestación de generosidad de un ser humano. No se trata de renunciar ni a tus ambiciones, ni a tus sueños, ni a tu vida; simplemente se trata de reconocer que ahora también hay que luchar por sus ambiciones, sus sueños y sus vida. Ser padre es amar sin condiciones, dar sin condiciones, creer sin condiciones, entregarte sin condiciones, y para siempre. Sufriremos, no dormiremos, discutiremos, nos desesperaremos…pero valdrá la pena, porque, y seguro que esa magnífica periodista no opina distinto, “cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre.” (Gabriel García Márquez)


Noticias relacionadas