Joana Maria Borrás | Domingo 12 de febrero de 2017
En teoría, las normas nacen de la necesidad de regular la convivencia y, garantizar, al mismo tiempo, la seguridad y los derechos de los ciudadanos. Es de perogrullo, igual que afirmar que al legislar, no hacemos sino protegernos, los unos de los otros, haciendo uso de un innato sentido de supervivencia, que nos garantiza al menos, de forma esporádica, vivir con un mínimo de tranquilidad.
Partiendo de esta base y por los mismos motivos, cuando la norma genera graves conflictos y pone en peligro la convivencia y la seguridad de todos, o de una parte de la ciudadanía, debería ser revisada, o al menos, ser revisada la forma en que se aplica.
Supone un atentado contra los Derechos Fundamentales, sentar a cualquier persona ante un tribunal de justicia, por motivos meramente políticos. Por mucho que se pueda subsumir en la norma, por mucho rizar el rizo interpretando de forma escrupulosa el amplio abanico de posibilidades que ofrece una legislación que no da a basto a la hora de ponerse al día con las nuevas necesidades que enfrenta, una sociedad en continúo cambio.
Un País moderno debería abrirse a la posibilidad de que sus ciudadanos quieran opinar depositando esa opinión en una urna. Llevar a juicio a quien promovió la consulta, la colocación y uso de las mismas, es una actitud más propia de quienes alimentaron la inquisición hace años, que de políticos modernos y audaces.
Este es un juicio trasnochado, que debería avergonzar a quienes lo protagonizan de forma activa. Hay muchas maneras de ser garante de los derechos fundamentales, y no necesariamente pasan por hacer lo que hicieron antaño, los que temían cualquier clase de cambio o novedad en el sistema establecido.
Me asombra que, aún hoy, políticos de talla, que sin duda no faltan en cualquiera de los partidos que nos gobiernan o desgobiernan, no sepan estar a la altura, para darles un toque de atención a los colegas que tienen el miedo tan pegado al cuerpo, que prefieren encender hogueras inquisitoriales antes de abrirse camino en la historia.
En este momento yo sólo votaría a un partido que fuera difícil de clasificar (entre derecha, centro e izquierda), y que se atreviera a explorar nuevos márgenes de actuación para seguir garantizando esa convivencia en paz, que es la única base que justifica, una vida llena de normas. Pero no existe.
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